Nuestros hermanos ancianos y enfermos
De las Constituciones y Determinaciones de
los Misioneros del Espíritu Santo
143 Consideraremos a nuestros hermanos ancianos y enfermos
como un don de Dios, y su estado como un acontecimiento
de gracia para ellos, para la Iglesia y para la Congregación,
por la fecundidad del dolor cristiano.
143.1 Les daremos la atención material y espiritual que
necesiten, procurando aliviar en lo posible sus
penas y dolores. Los acompañaremos en su soledad
y tendremos cuidado de que se les administren
oportunamente la unción de los enfermos y el
sagrado viático.
143.2 Los enfermos reciban con gratitud los servicios de
quienes los atienden, obedezcan sus indicaciones y
no se preocupen demasiado de sí mismos.
143.3 Al acercarse el momento de la muerte de un religioso,
los demás miembros de su comunidad harán lo
posible por reunirse junto a él, para confortarlo y
ayudarlo con la oración ritual de la Iglesia.
143.4 Al morir el religioso, la comunidad hará una oración
de alabanza y acción de gracias. La obra del misionero
está concluida y conviene que salga de este mundo
bendiciendo a Dios en unión de sus hermanos.
143.5 El Superior Local comunicará el fallecimiento
del religioso al Superior Mayor inmediato, quien
informará a los familiares y a la Congregación.