REVISTA LA CRUZ 1070 MAY-JUN 2018 | Page 7

Editorial Discernir la propia vocación es una de las principales tareas que cada quien debe realizar en la vida. Una tarea en la que nadie puede suplirnos, y de la que dependen nuestra felicidad y nuestro futuro. La juventud es la época propia –aunque no exclusiva– para discernir la vocación y definir la orientación de la vida. El discernimiento vocacional es un proceso de fe, y no solo de razón, menos aún de cálculo egoísta. La pregunta clave no es: «¿Qué quiero ser?, ¿A qué quiero dedicarme?, ¿En dónde puedo desarrollarme más?», sino la que Pablo de Tarso le hizo a Jesucristo en el camino de Damasco: «Señor, ¿qué quieres que haga?» (Hch 22,10). Dios nos responde no de forma evidente, sino por medio de signos exteriores y de luces o mociones interiores; por eso es indispensable el discernimiento. Dios es el más interesado en que cada quien descubra su vocación. De muchos modos nos está revelando su proyecto para cada uno y la manera como quiere que colaboremos con él en la construcción del Reino. El discernimiento vocacional es uno de los temas que estudiarán los obispos que se reunirán en Roma en octubre. Fernando Torre, MSpS Director 7