Editorial
Discernir la propia vocación es una de las principales
tareas que cada quien debe realizar en la vida. Una
tarea en la que nadie puede suplirnos, y de la que
dependen nuestra felicidad y nuestro futuro.
La juventud es la época propia –aunque no exclusiva–
para discernir la vocación y definir la orientación de
la vida.
El discernimiento vocacional es un proceso de fe,
y no solo de razón, menos aún de cálculo egoísta.
La pregunta clave no es: «¿Qué quiero ser?, ¿A qué
quiero dedicarme?, ¿En dónde puedo desarrollarme
más?», sino la que Pablo de Tarso le hizo a Jesucristo
en el camino de Damasco: «Señor, ¿qué quieres que
haga?» (Hch 22,10).
Dios nos responde no de forma evidente, sino por
medio de signos exteriores y de luces o mociones
interiores; por eso es indispensable el discernimiento.
Dios es el más interesado en que cada quien descubra
su vocación. De muchos modos nos está revelando
su proyecto para cada uno y la manera como quiere
que colaboremos con él en la construcción del Reino.
El discernimiento vocacional es uno de los temas que
estudiarán los obispos que se reunirán en Roma en
octubre.
Fernando Torre, MSpS
Director
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