Revista JUNTOS Número 8 - Septiembre / Octubre 2016 | Page 3

EDITORIAL HONRANDO EL MINISTERIO “No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado.” 2ª Corintios 6.3 M uchas veces nos preguntamos cuando nos enteramos que alguien pudo haberse ofendido, “¿fue por mi culpa?”, “yo no dije eso” o “no era mi intención...” o cosas similares. Siempre es doloroso cuando alguien se ofende por algo que hayamos dicho o hecho. Muchas veces se puede restaurar una relación por medio del perdón mutuo y otras veces, aunque se tenga la intención, no recibimos de la otra parte una respuesta positiva. El apóstol Pablo, afirma que no da a nadie ninguna ocasión de tropiezo. Nos da una idea de una conciencia clara de sus actos. También nos hace entender sobre un continuo revisar la manera en la cual nos relacionamos con otros. Qué decimos o hacemos, o que cosas no decimos o no hacemos. Debemos cuidar nuestro hablar y nuestro actuar. Si bien podemos entender que no tenemos la intención de ofender a alguien, no estamos exentos de que esto suceda. Cuando alguien nos reclama algo, es probable que la otra persona haya sentido o percibido una actitud nuestra que pudo haberla ofendido, aun cuando nosotros desconocemos lo que la otra persona haya sentido. ¿Cómo podemos solucionar algo así? Por medio de la humildad. En primer lugar saber que podemos, aunque de manera involuntaria, ser de tropiezo para alguien. En segundo lugar teniendo la humildad y madurez espiritual de pedir perdón a quien se haya sentido una ofensa o agravio de parte nuestra. Muchas veces, oímos que alguien dice. “no tengo que pedirle perdón, si no hice nada en su contra...” “ si está con alguna locura, que se arregle...” Estas actitudes esconden orgullo. Como decía, debemos siempre reconocer que de manera involuntaria podemos ofender a alguien. No somos menos, por pedir perdón, por el contrario, es un paso de obediencia, madurez y crecimiento. ¿Porqué debemos actuar así? Para que nuestro ministerio no sea vituperado. El vituperio es una acción que causa deshonra. Lo que debemos pensar en este sentido es que como cristianos somos llamados a servir, así como lo hizo el Señor Jesús. El ministerio, no se trata de un lugar de privilegio sino de servicio, donde se coloca la necesidad del prójimo por encima de nuestros intereses personales. Para ejercer un servicio (ministerio) el Señor nos delega autoridad y poder para llevarlo a cabo. Si nuestro servicio es desacreditado por nuestras ofensas hacia otros, perdemos el poder y la autoridad para ser efectivos y de bendición a quienes servimos. Por este motivo, constantemente debemos revisar nuestras actitudes y palabras para poder afirmar como Pablo, “no damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo”. El llamado al servicio que Dios nos hace es algo de alto honor y muy serio como para que sea motivo de deshonra, con lo cual debemos velar para que esto no ocurra. Si alguien se siente ofendido o molesto con nosotros, debemos tomar la iniciativa de reconocer que pudimos ser factor de tropiezo y pedir perdón, ofreciendo la posibilidad de restaurar y restituir al prójimo. Honremos el ministerio. Si sabes que alguien se ha ofendido por algo que hiciste o dijiste o esperaba algo de vos que no estaba a tu alcance o eras ignorante de sus expectativas, te animo a dar ese paso de madurez y humildad y restaurar esa relación, ganarás autoridad para servir con poder. Daniel Fanderwud Vice - Presidente ACMA