Revista Insurrección Insurrección 727 | Page 5

H abía que dudar de lo dicho por Duque ese día, puesto que Álvaro Uribe, su patrocinador, lleva décadas concretando su consigna de “hacer trizas la paz”, en contra del sentir de la mayoría de la sociedad, que quiere pasar la página de la guerra. A Duque lo eligió la coalición más tradicional del régimen, que se sumó al ex presidente Uribe, asustada porque podía llegar a gobernar una plataforma que proponía paz con cambios, a la que le cerraron el paso, acudiendo a la compra masiva de votantes, como lo acaba de denunciar la Congresista Aída Merlano, desde Venezuela. Año y medio después, este Gobierno no es el de todas las colombia- nas y colombianos, porque se ha convertido en el tercer Gobierno de Uribe, dedicado a “hacer trizas la paz”, a hacer leyes a favor de Sar- miento Angulo, del Sindicato Antioqueño y demás multimillonarios nacionales y extranjeros; en el que la corrupción terminó por inundar todo el país y en el que la incondicionalidad a los dictados de los Es- tados Unidos está desbordada. La justicia social como expresión de paz va de mal en peor, la des- igualdad social y entre regiones empeora, la depredación ambiental crece debido a los megaproyectos mineros-energéticos; mientras re- crudecen el exterminio de líderes sociales, opositores y excombatien- tes; a la vez que persisten en dar trato de guerra a la protesta social. A este mal Gobierno le ha salido un poderoso contendor en la movi- lización social crecida desde el Paro Nacional del pasado 21 de no- viembre, liderada por el Comité Nacional de Paro, con quien Duque se niega a negociar el Pliego de 13 puntos; mientras los distrae con con- versaciones huecas, divide a los movilizados y persiste en sofocar la protesta con represión creciente. Si este tercer Gobierno de Uribe se obstina en desaparecer a las FARC como proyecto político, se niega a reabrir Diálogos de Paz con el Ejér- cito de Liberación Nacional, permanece sordo a las exigencias de ne- gociación que le hace la sociedad, e insiste en no sacar la violencia de la política, obliga a que una presión social contundente lo fuerce a entrar en el camino de la solución política del conflicto. EDITORIAL 5