E
l histórico Paro Nacional iniciado el 21 de noviembre pasado,
que se prolonga hasta este 21 de enero, expresa el descon-
tento de la población frente al Gobierno de Duque y Uribe,
y cuestiona el modelo de muerte y saqueo capitalista, im-
puesto a sangre y fuego por la oligarquía criolla en contu-
bernio con el imperialismo norteamericano, en ya 200 años de vida
republicana, tutelada y dependiente.
En abierto desconocimiento a la justeza y masividad del movimiento,
el Gobierno se hace el ciego y el sordo, a la vez que envía a la Policía
militarizada del Esmad y al Ejército a reprimir la protesta, y enman-
guala con los partidos tradicionales aprueba leyes cada vez más re-
gresivas y antisociales.
El régimen autoritario y cada vez más débil de Duque y Uribe, atiza
las contradicciones sociales por la vía violenta, multiplica las viola-
ciones a los Derechos Humanos y se atornilla al poder en contravía
del sentir y exigencias de las mayorías que piden cambios.
El pueblo colombiano está cansado de este régimen violento y se-
guirá en la lucha. Se ha puesto a tono con las gestas de otros pueblos
latinoamericanos, y se hermana en la lucha contra los regímenes au-
toritarios y sus paquetazos neoliberales.
El pueblo levanta las banderas de la vida y la paz contra la violen-
cia oligárquica que asesina líderes sociales, amenaza y desplaza. Se
hacen indispensables la defensa de los Derechos Humanos y de las
formas legítimas de Autoprotección de las comunidades y sus terri-
torios. La lucha por la democracia y los derechos políticos están en-
tre las urgencias del Paro Nacional.
La Unidad, con mayúsculas, es condición y garantía para avanzar y
lograr los cambios. No es tiempo de sectarismos, ni discriminaciones;
las mayorías nacionales exigen a sus dirigentes la altura necesaria
para cualificar la movilización y enfrentar la violencia del Estado.
El Pliego se logrará hacer realidad, si la dirigencia social y política,
en armonía con el pueblo, actúan como una sola fuerza en las ca-
lles, para pasar a un nuevo período de lucha, que abra los caminos de
construcción de paz, soberanía y bienestar social. Cumplir este reto
es ahora lo esencial.
EDITORIAL
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