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ea esta la oportunidad para reiterar que ninguna de las diversas
expresiones democráticas y de la izquierda, las consideramos
como enemigas, por el contrario todas ellas tienen nuestro re-
conocimiento al ser parte de la gama diversa de la sociedad co-
lombiana, con la que es indispensable sumar para adelantar la
lucha popular y revolucionaria.
Reafirmamos además que es una ética elena no usar la mentira como
arma de guerra, regidos por el principio de que con la verdad basta.
La mentira en las guerras la usan para defender los intereses del 1 por
ciento de los súper ricos, maniobra en la que pierden todos los escrúpu-
los y el respeto por sí mismos, al aplicar la ley del “todo vale”.
Dentro de esa lógica, las guerrillas revolucionarias en ejercicio del dere-
cho de la rebelión somos tratadas, desde su origen hace 6 décadas, como
bandoleros, facinerosos, criminales y terroristas, calificativos con los
que las clases dominantes nos niegan el carácter político y rebelde.
Un trato similar da el régimen a los sectores y personalidades que lla-
man a la reconciliación y a la paz con justicia social, a quienes catalo-
gan como ”idiotas útiles del terrorismo”; insulto que también aplican a
los Gobiernos que no se someten al imperialismo norteamericano.
Al centro de la matriz mediática ha estado el señalamiento que el ELN
no quiere la paz, porque se enriquecen con la guerra... nos pintan aso-
ciados a cultivos de uso ilícito, para tapar a los verdaderos carteles de la
cocaína; nos señalan como reclutadores de niños, para esconder el uso
generalizado de menores como agentes de infiltración y espionaje; y
ahora nos quieren mostrar como responsables del asesinato de líderes
sociales, para no responder por el exterminio sistemático de dirigentes
populares que ejecuta el régimen.
Debemos recordar que los Congresos Nacionales del ELN han ratificado
la política del deslinde categórico con el narcotráfico, que prohíbe tener
cultivos, laboratorios, rutas o comercio de narcóticos.
Los Estatutos del ELN ordenan que las incorporaciones y retiros sean
absolutamente voluntarios y conscientes, y mandan que la edad para el
ingreso a la guerrilla sea de 16 años, conforme al Derecho Internacional
Humanitario; motivo por el que está proscrito el reclutamiento.
EDITORIAL
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