Pero además las jornadas de marchas que hicimos y el cruce del pá-
ramo dejaron sin botas a varios compañeros, todos íbamos muy mal
de los pies y con un agotamiento generalizado. La voluntad de lucha
pudo más que las condiciones físicas.
Cuando estábamos a 40 minutos del pueblo ya amanecía y Fabio,
muy preocupado, nos dijo: “los que sean capaces de caminar rápido,
síganme”, y aceleró la marcha. Todos comprendimos que quien no
lo lograra, no alcanzaría a llegar al ataque y no sé de dónde sacamos
fuerzas, pero nadie se quedó.
Llegamos cerca del pueblo, era un alto donde había una casita donde
solo habitaban dos señoras; nos miraban con temor, pensaban que
podíamos ser una chusma conservadora que fuera de nuevo a matar
liberales, y mientras Fabio desde allí, con vista a Simacota, designó
los comandos, asignó las misiones y los fue despachando, nos per-
catamos que una gente en la orilla del poblado miraba para la loma
donde estábamos. Entonces Fabio descendió por el camino empedra-
do con unos diez guerrilleros detrás; ya a pocos metros del pueblo, un
policía mira el grupo, Fabio lo saludó quitándose el sombrero y ex-
tendiendo el brazo, el policía respondió el saludo y siguió. Era el sar-
gento comandante del puesto, murió escasos minutos después cerca
de la Caja Agraria. Fue una maniobra genial que superó un momento
crítico.
Los disparos contra este policía y los disparos en el cuartel policial
sonaron casi simultáneamente y así el éxito estaba garantizado.
¿Antes de llegar a Simacota, los comandos ya conocían las misiones?
NRB: No, excepto los de la investigación y reconocimiento, con ellos
Fabio hizo el plan. Por eso desde aquel alto a 200 metros arriba de Si-
macota, se asignaron misiones y se despacharon los comandos. Todo
se hizo para preservar la seguridad y garantizar la acción.
SIGUE PARTE 2: La Toma.- Llega el Ejército.- Muerte de Parmenio.-
Impacto político.- Ahora.- La Unidad y el ELN.
MEMORIA COLECTIVA
43