E
l ESMAD lo crearon en 1999 mediante la Directiva Transito-
ria 0205, para solventar la coyuntura de una creciente desle-
gitimación del Estado, en la necesidad de preparar técnicas
adecuadas que hicieran justificable la función de sofocar las
movilizaciones populares.
El prontuario criminal del ESMAD es abundante y muy bien docu-
mentado, basta leer una de las tantas investigaciones sobre él, como
el Informe de la Liga Contra el Silencio [1], que registra el impacto
criminal y violento de esta fuerza represiva estatal.
El ESMAD tiene en su haber 44 asesinatos, siendo el más reciente
el homicidio de Dylan Cruz; 45 desapariciones; 86 torturas; 986 de-
tenciones arbitrarias anteriores al Paro del 21N; decenas de graves
lesiones con pérdida de ojos, entre otros; además el Estado tiene 54
condenas, 238 procesos vigentes y debe pagar más de 9 mil millones
de pesos en indemnizaciones, producto del exceso de fuerza del ES-
MAD.
Lavar la imagen y lavar el cerebro
El Estado adelanta una campaña publicitaria para lavar la imagen
del ESMAD, donde tratan de enaltecer su supuesta preparación pro-
fesional y respeto a los derechos humanos y democráticos; presentan
esta fuerza represiva y violenta como titanes defensores del orden,
haciendo ver como algo lógico sus cursos, armas y disposiciones de
fuerza [2].
Recientemente han aumentado los reportajes en redes sociales o en
grandes medios donde justifican al ESMAD, como lo viene hacien-
do en torno al asesinato de Dylan Cruz, dando plena veracidad a las
amañadas versiones oficiales. Es un intento desesperado por ideali-
zar en la conciencia pública, a quienes componen una entidad letal
y de abuso sistemático, que usa fuerza bruta contra el pueblo para
acallar y castigar reclamos justos.
DEBATES del CONFLICTO
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