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os señores de la guerra de antes eran Hernán Giraldo y Jorge
40, ahora el despojo lo hacen Los Pachencas, pero los benefi-
ciaros son los mismos nuevos ricos, que compran las tierras
despojadas para sembrarlas con Palma aceitera y banano.
Campos de concentración y esclavitud sexual
Desde la década de la bonanza marimbera (Marihuana) en los años
70 del siglo anterior, las élites del Magdalena, el Cesar y la Guajira
con el pretexto de “combatir la insurgencia” le entregaron el control
de la región al jefe Paramilitar Hernán Giraldo, quien estableció un
emporio de terror que ha dejado más de 10.646 víctimas, entre des-
apariciones, asesinatos, desplazamiento forzado, entre otros, cuyas
principales víctimas fueron los campesinos y los pueblos indígenas
Kogui, Arhuaco, Wiwa y Kankuamo [1].
A partir del año 2000 el Plan Colombia con operaciones contrain-
surgentes aceleró la aplicación del terror, los narco paramilitares de
Jorge 40 protegidos por las Bases del Ejército estatal establecieron
campos de concentración en el sitio El Cincuenta, en donde reclu-
yeron comunidades campesinas enteras y convirtieron en esclavas
sexuales a las esposas e hijas de los líderes campesinos.
Arrasan la cultura ancestral
Los narco paramilitares financiaban grupos religiosos con el fin de
afectar los patrones culturales de los indígenas de la Sierra Nevada
de Santa Marta (SNSM); además de prohibirles realizar sus rituales
ancestrales y vivir su espiritualidad.
Óscar Ospino, alias Tolemaida, uno de los lugartenientes de Jorge 40,
en versión libre dijo que, “los pueblos indígenas sufrieron por parte
nuestra grandes afectaciones en su territorio, en sus comunidades,
en sus tradiciones, así lo hemos reconocido”.
La arremetida violenta contra los pueblos indígenas es tan grave, que
la Corte Constitucional declaró a la etnia Kankuamo en riesgo de ex-
terminio físico y cultural, por lo que recibió la protección de la Comi-
sión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) [2].
SOLUCION POLITICA
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