Con la creación de los ejércitos narco paramilitares causaron milla-
res de masacres, desplazamientos y despojo de tierras entre 1990 y
2010, principalmente en el marco del Plan Colombia; a lo que suma-
ron el asesinato entre 2002 y 2010 de más de 4.300 jóvenes en los
llamados Falsos Positivos. Con la actual expansión de grupos para-
militares han asesinado 734 líderes sociales y 140 excombatientes de
FARC, entre enero de 2016 y julio de 2019.
Bajo este tercer Gobierno de Uribe Vélez ha retornado la doble nega-
ción del Conflicto y del carácter político de la insurgencia; así como
las “cuotas de litros de sangre” impuestas a los militares para demos-
trar su eficiencia con bajas.
En el nororiente de Colombia, en la frontera con Venezuela, opera la
Fuerza de Tarea Vulcano comandada por el Brigadier General Diego
Villegas, quien sin rodeos imparte estas ordenes a sus tropas:
“El Ejército de hablar inglés, de los protocolos, de los Derechos Hu-
manos se acabó. Acá lo que toca es dar bajas. Y si nos toca aliarnos
con los Pelusos nos vamos a aliar, ya hablamos con ellos, para darle
al ELN. Si toca sicariar, sicariamos, y si el problema es de plata, pues
plata hay para eso”.
Un conflicto de 7 décadas como el colombiano en que la clase domi-
nante aspira a “borrar del mapa” a sus adversarios, ha terminado por
hundir en la criminalidad a las Fuerzas Armadas que ha construido
para imponer la guerra como único futuro para Colombia.
Los dictados de guerra de Trump y Uribe no puede ser el destino que
le impongan a este país y así el Proceso de Paz esté pasando por una
mala hora, desde el Ejército de Liberación Nacional persistimos en
acompañar a la mayoría nacional que busca pasar la página de la
guerra, que desarrolle un camino de solución política del conflicto y
una paz con las transformaciones que urge Colombia.
EDITORIAL
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