E
l pasado 23 de febrero en la televisión regional de Cúcuta
aparecieron declaraciones de los sicarios traídos desde Me-
dellín para crear bochinches en los puentes internacionales
que conectan con Venezuela, con ocasión del show orga-
nizado para presionar la entrada al vecino país de una su-
puesta ayuda humanitaria; se pudo comprobar que estas bandas
paramilitares fueron apoyadas por la Policía Nacional colombiana
[1]; dentro de una operación orquestada por el Gobierno de los
Estados Unidos y la oposición venezolana.
Desde entonces se ha intensificado la saturación visible de la fron-
tera colombo-venezolana por bandas y mafias de ambos países,
como una prolongación de la fallida intentona de febrero pasado.
Saturación caracterizada por acciones crueles como el descuar-
tizamiento y decapitación de cadáveres, para crear un clima ge-
neralizado de miedo que paraliza a las comunidades que pueblan
esa franja fronteriza.
Economía parasitaria y empobrecimiento
Colombia y Venezuela comparten una frontera de 2.219 km, con
un total de 603 hitos que demarcan la línea divisoria; esta vasta
frontera abarca los Departamentos de La Guajira, Cesar, Norte de
Santander, Boyacá, Arauca, Vichada y Guainía [2].
Históricamente esa región fronteriza ha desarrollado una economía
parasitaria o dependiente de Venezuela; una economía subterrá-
nea que se sostiene producto de los miles de millones de ingresos
por narcotráfico, contrabando, redes de lavados de activos, etc.
Debates del Conflicto
Revista Insurrección / Página 33