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iez años después del golpe de Estado a Manuel Zelaya,
Honduras está inmerso en una profunda crisis política,
con masivas protestas que exigen la salida del presiden-
te Juan Orlando Hernández, quien fue reelecto en 2017
tras unas controvertidas y fraudulentas elecciones.
El pasado 5 de julio Amnistía Internacional publicó un informe en el
que acusa al Gobierno hondureño de hacer “uso excesivo de la
fuerza” para sofocar las protestas [1]; Según el informe la represión
estatal contra quienes exigen la renuncia de Hernández ha dejado
seis muertos y más de 80 heridos, dentro de ellos el presentador de
televisión hondureño Santiago Carvajal, integrante de la comuni-
dad LGTBI.
Honduras, un especial interés imperial
Centroamérica y en particular Honduras es codiciado por los im-
perialistas, más que por mercados o riquezas naturales, por sus po-
sición geoestratégica favorable para controlar el mar Caribe, las
costas latinoamericanas del Pacífico y México; por ello los Estados
Unidos establecieron allí numerosas bases militares, la primera en
los años 80. Por esa razón Berta Cáceres dijo en el año 2015:
“EE.UU., (…) siempre ha usado a Honduras como una plataforma
para invadir a otros pueblos hermanos, como sucedió en los 80
contra Nicaragua, esta vez podría ser Venezuela” [4].
No obstante las transnacionales como Chiquita Brand -antigua Uni-
ted Fruit- allí es dueña de plantaciones de piña y bananos; igual-
mente hay intereses minero–energéticos, como la construcción de
represas que ocasionan luchas por la defensa del medio ambiente
y la vida en los territorios indígenas.
El Imperio
Revista Insurrección / Página 25