Revista Innombrable #9 - Mnemosyne "Memorias de la Literatura" (2019) | Page 13
el paroxismo del fuego, no quedó sino la buena luz para iluminarme.
“¡Loco!”, me gritaba la bestia-hombre desde sus ruinas,
“¡Protervo!”, “¡Falso Profeta!”. Yo –ah, intangible- discurría
a través de mis sentires célicos, ya libertado de toda imposibilidad.
El trazo estaba roto, derrumbadas las murallas asquerosas del poema.
Lo que había plasmado, más allá del abismo del átomo, era el misterio
de lo humano, los tabernáculos de lo infinito, “las espléndidas ciudades”.
Poeta era no Ser, ¡Oh Áureo Aburrá! En mi silencio supremo encontré
la revelación de los dioses; luminiscencia
ahora oculta en un lugar secreto;
fuego rebatado a los recelosos eternos;
verdad a salvo de los bárbaros; a salvo del enfermizo progreso de la
bestia-hombre, de toda su vil ignorancia.
Adán, Bachué: Gigantes que pueblan mi entraña:
Ya derramado en la superación de la vida y del aliento, sosegado,
profundamente humanizado, virtuoso,
levito hacia las lenguas ardientes de la muerte.
¡Adiós, Padre, Madre, Hermanos!
Me apiado de sus miserias y de su alma atormentada. ¡Oh Aburrá
bellamente atardecido!
A tus inmensidades dedico esta oración que es polvo ante
mi verdadero misterio:
“Ya tenue de tanto arder
el perfume de jazmines runrunea
El día tierno está clareando
en los tallos bajos del viento
y sus primeros pétalos
se ven salpicados de infinitas erubescencias
El aire frío recoge las notas ateridas
de sus flautas
al tiempo que los pájaros y lo reverdecido empiezan a rezumar
embriagantes y sonoras cataratas
Los niños despiertan
renacen en su sabor a vientre materno
Y –transparentándose-
el canto del gallo se alza como torres de silencio que horadan los últimos
nubarrones grises y negros
De la luz
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