Revista Innombrable # 7 - Muros Poéticos, Ciudades del Silencio - 2015 | Page 9
Por ello, hoy es más que pertinente reflexionar sobre cómo el arte incide en la ciudad, transforma el
espacio y crea una relación con él. Relaciones que implican procesos de territorialización y
desterritorialización, como pensaba Deleuze. El poeta se apropia del espacio, le da forma, lo deja y lo
transforma, le asigna un nuevo sentido. Nos hace ser conscientes de él: de sus avenidas, de sus parques,
de sus enormes edificaciones y, sobre todo, del caudal humano que fluye todos los días a través de sus
calles. Por ello propusimos una nueva edición con esta temática, donde los poetas puedan construir, en
vez de muros de cemento o de balas que nos separen y nos distancien cada vez más, muros poéticos
que nos junten y nos permitan converger en la diferencia, percibir al entorno y al otro como un acto
necesario para construir una nueva realidad. Muros que se derritan con un gesto y que estén formados
del delirio y la explosión del lenguaje.
El artista hoy crea mitos, crea sueños, crea nuevas lecturas de la realidad. Es una hoja que cae de un
árbol y que quiere seguir siendo empujada por el viento para nunca terminar de bailar y zarandearse. Es
alguien que se eleva sobre la multitud, no porque sea más alto, de hecho puede ser pequeño o diminuto,
sino porque ha aprendido a volar. Disfruta cada momento, cada minuto, cada segundo embriagándose
de poesía y música, juega cartas con la muerte y su estirpe, se burla de sus muecas y su deficiente
seguro dental. El artista explota y organiza el caos, le da forma, lo somete. Hace desplazamientos, crea
nuevas realidades, surfea con metonimias en el cielo y naufraga en una metáfora o en el cuerpo de una
mujer. Se baña en ríos de vodka o guaro, siente el doble, siente sed. Tiene sed de palabras, sed de
silencios, líquido que transforma en arcilla para construir su universo, su castillo de colores, que puede
devenir poema o canción. Un castillo enorme que se vislumbra encima de la montaña verde, rodeado de
palma areca, casitas de ladrillo y calles que se pierden subiendo hacia el cielo en la inmensidad. La
ciudad es el escenario, no queda más que se abra el telón.
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