Revista Innombrable # 7 - Muros Poéticos, Ciudades del Silencio - 2015 | Page 54

Existe un bienestar, un placer, una felicidad encapsulada. La conversación sigue, el sol comienza a bajar, el cuadro está casi vacío. Los personajes se han ido solo queda el paisaje, tranquilo, que no espera nada. Veo frente a mí, un árbol caído, probablemente por la última tormenta. Y es perfecto que esté caído en esa posición con las raíces expuestas. Es perfecto. Modificar eso arruinaría el paisaje. Cae la realidad que viaja en una camioneta y nos pide que nos retiremos, el parque ha cerrado. Nos arreglamos y comenzamos la caminata de regreso. El camino es de tierra con pequeñas piedras. Es agradable el sonido de las piedras bajo mis pies. El sol cae cada vez más y la vista es hermosa. Entre los edificios cristalinos y la vegetación, la vista es inolvidable. Y no tengo ganas de quejarme, me siento complacida. Nos detenemos un momento frente al atardecer, miramos fijamente al sol. Bajo él hay una nube con forma de pez. Tomemos una decisión digo en voz alta. Ambas la tomamos. No sé si la cumplamos, espero que sí. Ver fijamente al sol, altera aún más los colores. Las hojas de los árboles dejan una estela verde en su movimiento con el viento. Es bello, muy bello. Llegamos a la salida y quiero ir al baño. El rostro en el espejo revela la verdad. Las pupilas dilatas al máximo. La luz artificial del baño, enciende algo en mi cerebro, siento que vuelvo a viajar más rápido. Me siento en el inodoro y veo la puerta de madera que comienza a tener relieves. Es inevitable no acariciar la puerta. Salgo, me mojo el rostro, aún queda camino que recorrer. De regreso el camino es el mismo por el que venimos. Pero lo que vemos es totalmente distinto. Hay dinero en este sector, vemos una especie de club, una casa blanca gigantesca que recibe a “gente” para una fiesta. En su mayoría hombres blancos vestidos de manera casual para una probable fiesta de negocios. Se escucha la música desde la calle, es Chill out. Me gusta el Chill out, lo escucho seguido para relajarme y no pensar. Y me da rabia que lo escuchen en sus fiestas distendidas en que discuten cómo abaratar los costos de sus empresas, en base a la disminución de sueldos y de despidos masivos. Pienso en no escuchar más Chill out, pero es improbable que lo haga. Aunque cada vez que lo escuche, pensaré en empresarios y sus poderosas sonrisas. Pero por más que quieran no es perfecto, afuera del Club hay un vagabundo instalando en un parque, que está ahí porque le gustó la sombra del árbol o porque le gusta el Chill out igual que a mí. Nunca lo sabré. En este sector de la ciudad los parques son perfectamente cuadrados y muy bien cuidados en su diseño. Mucha gente en ellos haciendo deporte. Solos o en grupos. Corren, corren por todos lados. Por las veredas, las calles, el pasto, corren solo corren. Me pregunto de qué… ya no quiero verlos correr. Avanzamos más al centro de la ciudad. La realidad emerge de la basura. Y lo único que hago es pensar en los contrastes. Veo ricos más ricos y pobres más pobres. Veo personas arruinadas por el trabajo, con el cuerpo encorvado junto con su dignidad, haciendo filas enormes para volver a sus casas. Pienso en si somos tantos y ellos tan pocos, porque no solo avanzamos hacia dónde están y los invadimos. Nuestra sola presencia los perturbará. Pienso en Egon Wolff y Los Invasores. Pienso en por qué permitimos que sea así, por qué claudicamos tan fácilmente. Por qué somos tan egoístas, y solo vemos por nosotros. Por qué les servimos sus banquetes. Por qué lavamos sus platos sucios y comemos de su basura. No 51