Revista Innombrable # 7 - Muros Poéticos, Ciudades del Silencio - 2015 | Page 25

Es que lo mostrado por tu deseo de subir la montaña, esconde lo más monstruoso, lo más reptílico, la mayor podredumbre: querer la trampa, llorar el dinero, anunciar el poder; ofuscar la quietud de tus hijos sedientos e inanes para dirigirte ponzoñosa, nociva, insana con y sobre ellos, y dañarles el corazón con el falso camino del éxito, de la fama, de la riqueza. Has obviado el fracaso y la derrota, y nos privas de aprender a enfrentarlos. Nos enseñas como escalar sobre los demás y, una vez arriba, tirar pestes sobre sus viviendas; nos conduces al límite de tu absurda carrera y nos enrostras nuestras debilidades, nuestras falencias, nuestras equivocaciones y nos juzgas por ellas como si no fuésemos libres sino para ganar, para coronarnos en el triunfo. Sí, Medellín: eres una contradictoria, una farsante, una loca de atar: piensas lo más profundo y por eso amas la vida más viva, pero elevas la contienda, la competición, la muerte del próximo y eso te hace una madre que sólo cosecha tumbas; una madre que, con brusquedad, obliga a la obstinación, a la manía, a la intransigente mentalidad de que tus hijos deben ser los mejores, los más pujantes, los más engreídos, acumulando al fin y al cabo. Los amas por lo que tienen y no por lo que son, mi desvergonzada Medellín: tú que no das puntada sin dedal, tú que eres una diosa en pañales, mi pequeña putica. Yo te quiero, pero te acuso de odiar a tus pobres, de no tener en cuenta a los ciegos, a los sordos, a los mendigos; enalteces la limosna porque no has aprendido a regalar; dejas para tus excluidos las sobras cuando algo dejas; olvidas tus muertos y niegas tu mano asesina; untas de droga el olfato y los jóvenes se vuelven ratas; en fin, eres un niña del espectáculo, quieres que te mime el tío dólar. Admiro tu perseverancia, tu voluntad de permanencia, tu movimiento creador, pero deploro tu guerra y tu doctrina, su círculo y su bullicio: ¡quítate el antifaz! Deja ver tu rostro profano y lleno de lepra. No me vengas con palmaditas a la espalda, no me mires con pesar para conciliar tu traición. Estoy inquieto, tus hijos están inquietos, toda la familia está inquieta: no permitas que se hunda. Al menos enséñale cómo hundirse con altura, tú, mi querida madre, mi Medellín hipócrita: tú, animalito doméstico, bestiecita que sabe a quién morder: ¡quítate el antifaz! San Javier, 2 de abril de 2015 Antonio Acevedo Linares (Colombia) La ciudad como imaginación “La ciudad” La ciudad estremecida 22