Revista Innombrable # 7 - Muros Poéticos, Ciudades del Silencio - 2015 | Page 22
De niña pensaba que las calles empinadas
conducían al cielo.
Me enamoré de las cometas enredadas
en los alambrados, de los niños jugando sin camisa
en la calle, del mango con sal afuera de la escuela.
Me enamoré de las tardes con los rayos de sol
acariciando las terrazas
cuando vivir la ciudad era ese viento de la tarde
atiborrado de sueños.
Yo no elegí esas calles empinadas
llenas de voces y de perros ladrando a su sombra,
pero he amado cada uno de sus dolores.
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