Revista Innombrable # 7 - Muros Poéticos, Ciudades del Silencio - 2015 | Page 32
Michael Benítez (Colombia)
El ángel que protege los balones es el mismo que esconde las medias
El balón pasa ileso por debajo del carro, protegido por algún ángel mueco. El día está caliente, metido
en una licuadora negra. La gente se reúne los días como hoy en el parque y mira desde las tribunas
partidos de micro fútbol, mientras enfría sus cuerpos con bonices de guanábana o de mango. Yo no sé
de dónde sacarán esos nombres con que bautizan sus equipos: Los troncos del balón, La uchuva
mecánica… Queda demostrado que los colombianos tienen la imaginación muy amplia, aunque sólo se
haga evidente a la hora de ponerle nombres a sus equipos de micro fútbol o ingeniarse nuevo métodos
de tortura en las festivas y cotidianas masacres. Yo, por mi parte, deseo olvidar de todo un poco y
comulgar con el aire con bonice de mandarina. Entonces uno se sienta, escucha gritos, háganle, duro
con esos hijueputas, y se asfixia con esos cuerpos aburridos de domingo por la tarde. No hay nada
interesante, excepto que no llueve, ni agua ni goles, ni mierda.
El domingo agoniza con resaca la semana, padece y se queja por no poder morirse para siempre. Somos
poca cosa en la cárcel de los almanaques. El aburrimiento, no miento, no mata sino mutila. Abro los
ojos y veo como la cancha suda por sus abiertos poros de cemento.
Nada interesante, ni un pájaro que hable, ni un suicidio en los periódicos… el suicidio –—pienso— es
como hacerle un autogol a la vida. Las caras son muy repetidas, parecen imágenes de billetes falsos
(¿pero, acaso, hay billetes que no lo sean?)… El gol no es ningún orgasmo, o sí pero masturbándose en
canchas con las uñas sucias…
El partido termina, el ángel mueco se masturba con su aureola. Suena el disparo de una bala que no
quiero que me encuentre o el balón debajo de algún carro.
José Daniel Carabajal (Argentina)
Los jóvenes del ruido en las ciudades del silencio
“Un paseo por la ciudad”
Paseando por las calles podemos encontrarnos con jóvenes, y algunos no tan jóvenes, escuchando
música en MP3, hablando por teléfonos celulares, y todo lo que la moderna tecnología permita.
Nuestros jóvenes de hoy han dado muestra de no saber contralar sus impulsos, esto probablemente se
debe a que no son capaces de mediar entre el estímulo y la respuesta (característica de la sociedad
posmoderna, el consumismo), por tanto, todo impulso debe ser inmediatamente atendido, no puede
haber ningún espacio vacío en la vida del joven. Preguntémonos ¿es demasiado pedir una mediación
temporo-espacial entre el acto de salir de nuestras casas, volver y seguir escuchando música o
divirtiéndose?
Este último punto nos remite a la cuestión del ruido, indefectiblemente nuestros jóvenes se caracterizan
por ser ruidosos, y lo exteriorizan en automóviles equipados con estéreos que compiten cabeza a cabeza
en potencia con los minicomponentes del hogar, también podemos comprobar esto en el afán de
modificar motores de motos y autos para “sentir el ronroneo del motor”. Mención aparte merecen los
llamados “boliches bailables” donde el sonido es elevado a decibeles que hacen prácticamente
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