Revista Indie Locus. Número 1. Nov-Dic Revista Indie Locus 1. Oct-Nov 2015 | Page 8
mayoría de las personas, si acaso en un
producto más de consumo, de usar y tirar, de
fotos que enseñar a los amigos después de un
viaje.
Tampoco desde las instituciones hay un impulso
claro del arte, cada vez se invierte menos en
museos o en convertir nuestras propias
ciudades en museos al aire libre. El arte no se
come, el arte no da votos. Es cierto que hace
unos años hubo un gran impulso al urbanismo
y a la arquitectura, pero más con una función
especulativa y de autobombo populista que de
dar valor al arte como agente de crecimiento
cultural. Un gran ejemplo es el inmenso
mamotreto que el escultor Ripollés instaló a la
entrada del inútil aeropuerto de Castellón en
honor a su promotor, el infame Carlos Fabra,
una obra al exceso y los amiguismos. El arte sin
un valor real, el arte de rotonda se convirtió en
un excelente modo de favorecer el “clientelismo”:
la especulación, el lavado de dinero negro, la
corrupción.
El arte promovido desde algunas instituciones
privadas tampoco ha favorecido en exceso una
situación diferente. El arte alcanzaba en las
subastas de hace unos años precios
astronómicos, por obras que en ocasiones
tenían una dudosa calidad artística. El arte se
convirtió en algo de lo que aún no se ha
desprendido, en el arma perfecta para la
especulación y el lavado de dinero de dudosa
procedencia.
Lo que vengo a decir es que en años pasados
vivimos una falsa edad de oro del arte
favorecida por su indudables cualidades para
favorecer la especulación y el lavado de dinero
negro procedente del “clientelismo” políticoempresarial. El arte es un producto que se
valora en base a cualidades abstractas y
tiende a revalorizarse con los años, sobre todo
si se trata de obras de autores reconocidos.
Durante esta época de esplendor y
especulación, Sevilla también contó con su
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El hombre avión. Ripollés