Revista Imago Agenda 206 "Las aplicaciones del amor" Imago Agenda 206 | Page 50
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rá bien asentado que aun en tales acciones accidentales o sin-
tomáticas no se tratará jamás, más que de la dimensión signifi-
cante establecida como constitutiva de todo “acto”. Afirma por
si quedan dudas, que no hay nada en esos capítulos freudianos
concerniente al acto que no sea planteado como significante.
Agregando también que “Si el acto está en la lectura del acto,
que la lectura sea sobreañadida, sea nachträglich, es lo que le
otorga su valor.” Es en este pasaje donde sitúa también cierta
correspondencia de Heidegger con Freud. Algo que cinco años
atrás pudo definir como “paso al significante”. Paso al signifi-
cante que no puede desarticularse de la subversión del sujeto,
la caída del “sujeto-supuesto-saber” y la posición de semblante
de objeto a en el discurso del analista. Como inevitablemente
volveremos a citar estas cuestiones, voy a detenerme tan bre-
vemente como me sea posible en la referencia de Lacan al acto
fallido o sintomático en Freud para que recordemos que en el
acto fallido cuenta principalmente “lo fallido”, su carácter sin-
tomático. Su verdad acerca del sujeto dividido y el objeto-cau-
sa de su división. En la falla, pulsa, vive y vibra un tramo de
singular verdad, “Alétheia” que se trama en esa grieta, en ese
síntoma. Estos actos expresan al decir de Freud “algo”, un plus
(“a”), que ni el mismo acto sospecha que exista en él. Indica-
mos nuevamente el valor de la retroacción como condición de
posibilidad del llamado après-coup. El “momento de concluir”,
la consagración del acto potenciará el “instante de ver”, ha-
ciendo que ese plus, ese “algo” del que nos hablaba Freud pue-
da leerse. Digamos si quieren que no hay acto analítico sin una
lectura en, y del acto. Nos referimos a los dos tiempos de la es-
tructura del acto implicando cada uno de ellos a los dos tiem-
pos de la posición analítica, o si se prefiere, tal como lo plantea
Lacan, a los “dos analistas”, uno que hace el acto sin pensar, y
otro que “lee” las consecuencias de ese hacer, que parafrasean-
do a Henry Corbin es “hacer acto de presencia en acto” del ha-
berse hecho hacer objeto a con el objeto a del analizante. Acto
de presencia en tanto semblante del objeto a, causa del deseo.
Un analista que hace el acto y otro (que desde ya no es otro
analista, a menos que tomemos al análisis de control o super-
visión escolarmente), y otro –decía– que pueda discernir, dilu-
cidar, esto es desembocar en alguna pregunta acerca de las vi-
cisitudes de su obrar. Obrar que implica una “decisión” siem-
pre y cuando esta pueda ser considerada teniendo presente no
solo el peligro de su banalización sino también su abuso y su
desgaste. Vaya entonces una cita de Heidegger extraída de su
trabajo sobre Nietzsche (Tomo 1), que nos servirá, creo, para
poner en relación decisión y escisión en el sentido más neta-
mente psicoanalítico de una decisión que se decide en el acto y
una escisión (Spaltung) del sujeto obrada por el objeto a: “La
capciosa palabra ‘decisión’ ya casi desgastada por el uso, sue-
le usarse hoy en día preferentemente cuando ya todo está hace
tiempo decidido o por lo menos se lo toma como tal. El abuso
casi increíble de la palabra ‘decisión’ [Entscheidung] no puede
disuadirnos sin embargo de conservarle ese contenido en vir-
tud del cual está referida a la escisión [Scheidung] más íntima
y a la distinción [Unterscheidung] más extrema”. Se tratará en-
tonces de un “abrirse a las preguntas” que derivaron del “ac-
tuar” el acto. Y ahora sí, “dejar hablar al acto” con otro analis-
ta, en posición de supervisante. Un “dejar hablar al acto”, que
por supuesto implicará eso que Lacan llamó manipulación de
la transferencia. No hay acto analítico, “y lo subraya”, fuera de
esa manipulación tomada como referencia. Cómo olvidar, por
otra parte, que el psicoanalista opone el más furioso desconoci-
miento al acto analítico. Olvido, que cuando ocurre, y nos ocu-
rre a todos y a cada uno de los analistas, nos recuerda que de
lo que se trata es de la “entificación del sujeto-supuesto-saber”
al igual que de la “objetivización” del objeto a.
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Lo que se trata de comprender (recuerden que a menos que lo
anuncie, las referencias de lectura son al seminario del “acto”)
dice Lacan, no es la legitimización de la transferencia en una
referencia que fundaría la objetividad, esa especie de señorío,
de superioridad en la posibilidad de objetivar, sino darse cuen-
ta que no hay “acto analítico” sin referencia a la transferencia.
Un psicoanálisis no podría instaurarse sin el acto del psicoana-
lista, y la tarea analizante se inscribe en el interior-exterior de
ese “acto” que es el psicoanálisis.
El acto analítico requiere como condición necesaria una su-
ficiencia que no es la del analista, sino la de una tarea que no
es sin él, requiere, decía, de una abdicación del señorío yoico
y sus veleidades, para encomendarse, dejarse llevar a la bue-
na de una deriva del lenguaje que implica un “Otro pensar”.
Por otra parte digamos que si el acto, en cualquiera de sus
formas, no habitase “Lalengua”, se reduciría, tal como ocu-
rre en el mundo del animal, “y de allí su pobreza de mundo”,
a una forma de eliminación que según Heidegger caracteriza-
ría a su conducta. Conducta que se definiría por un “eliminar”,
que puede ser un “aniquilar”, devorar o eludir. Es sorprenden-
te que el ejemplo utilizado por Heidegger para dar cuenta de
ese “eliminar” propio de la conducta del animal se refiera a la
desaparición del carácter sexual, tras la copulación. Permítan-
me aventurarme a decir que mientras la acción conductual del
animal aniquila la sexualidad, el acto del hablante-ser la ins-
taura más allá de cualquier idea genital de acomplamiento. Me
tomo el atrevimiento de recomendar a los analistas las lecturas
de esas lecciones dadas por Heidegger en 1929/30 en Friburgo
y que fueran publicadas bajo el título de Conceptos fundamen-
tales de la metafísica con el conmovedor subtítulo de “Mundo,
finitud, soledad”. En el capítulo 4 de esa obra encontrarán no
solo consideraciones que pueden servir de referencia a la dife-
rencia entre acto y movilidad, que no confundimos con “ocasio-
nar” o “conmover”, sino también consideraciones atinentes a la
empatía y por supuesto al tema de la transposición y su accesi-
bilidad, que si bien no se pronuncian respecto a la transferen-
cia analítica, no deja de ser esa introducción en un sentimien-
to (Einfühlung) el posible hilo conductor de una cadena de teo-
rías que Heidegger considera equivocadas acerca de la relación
del hombre con otro hombre.
Otro tanto podría decirse de su crítica al “personalismo” y par-
ticularmente al fracaso de Scheler en su intento por definir el
ser de los actos y del actor de los actos, temas estos tratados en
su curso de Marburgo en 1925, publicados con el título de Pro-
legómenos para una historia del concepto de tiempo.
Aunque parezca una verdad de “don Perogrullo” no me pare-
ce ocioso recordar, que solo en la casa del hablante-ser pueden
desplegarse asuntos tales como el acto analítico, el acting-out,
o el pasaje al acto, dado el fundante hecho de que allí desde el
comienzo el habla, habla. Recordemos que es ese hablar hecho
fundamentalmente de denegación y de silencio el que llama al
analista al acto. A lo más inicial del primer comienzo, que como
bien destaca Heidegger, no es lo más temprano sino lo más tar-
dío, y lo más tardío no es aquello que llega tarde sino eso que
se toma su tiempo en llegar.
En referencia al acto analítico decimos que es singular en tan-
to único en cada acto.
Repito: El acto analítico es un asunto de sujeto en tanto defi-
nido, mejor deberíamos decir puesto en acto, por un psicoana-
lista. Es por la vía del acto y en el acto, que el analista partici-
pa como objeto en el campo del inconsciente, esto es que pue-
de encontrarse a nivel de los efectos del lenguaje. Dicho más
contundentemente: el acto analítico es lo que se espera de un
analista. Sujeto de una operación significante cuya falla deja
un resto que en tanto semblante potencia la intervención ana-