Revista Imago Agenda 206 "Las aplicaciones del amor" Imago Agenda 206 | Page 34
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por Alejandra Ruíz Lladó [[email protected]]
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El psicoanálisis hoy
Entrevista a Roland Chemama
En ocasión del seminario que dictó en Buenos Aires el 29 y 30 de
marzo de 2019, usted introdujo la noción de «patologías contem-
poráneas». ¿Cuáles serían hoy las nuevas tendencias de la clínica?
Antes de responderle de manera precisa, hay que decir pri-
mero que es fundamental, para el psicoanálisis, no considerar
que los cuadros de la clínica son «realidades atemporales». Re-
sulta verosímil que los psiquiatras y los analistas vean menos
a menudo, en su consulta, casos de histeria similares a los que
han podido conocer Charcot o Freud. Hay una nueva clínica,
lo que quiere decir que ciertas nuevas
patologías pueden aparecer, pero tam-
bién que «estadísticamente» ciertas pa-
tologías se encuentran hoy con menos
frecuencia que ayer.
¿Qué es lo que produce esto?
Para comprenderlo, cabe señalar que
el mismo sujeto no es igual hoy al de
los tiempos de Freud. Él también tie-
ne, en efecto, una determinación histó-
rica. Así las mutaciones de los discursos
sociales (digamos los discursos que va-
lorizan ciertos comportamientos y desvalorizan otros) tienen
efectos sobre el sujeto y sobre su destino neurótico o perverso.
Se ha subrayado, durante los últimos decenios, que mien-
tras las neurosis de los sujetos «freudianos» parecían estar en
relación con una limitación muy fuerte del goce, un «exceso»
de represión y las consecuencias a las que está asociado, no
es este el asunto al que nos enfrentamos hoy.
Las patologías contemporáneas están más bien ligadas a
una prescripción de gozar a cualquier precio, y esto condu-
ce al sujeto a adicciones de todo tipo, y aún a la adopción de
comportamientos perversos, pero también a un compromiso
menos fácil con un deseo real, porque este último siempre se
apoya sobre la ley que lo limita, incluso para oponerse a ella.
Estoy bastante de acuerdo con este análisis, al cual agrega-
ré solamente dos cosas. La primera es que, incluso si la ideo-
logía contemporánea empuja al sujeto a gozar, el goce no le
es necesariamente accesible por ello. Esto produce un cliva-
je del sujeto contemporáneo que puede tener aspiraciones li-
bertarias o perversas pero que al mismo tiempo sufre por (o
de) no poder realizarlas.
La segunda idea es que sería falso pensar que las adicciones
y las perversiones son las únicas patologías a ser desarrolla-
das después de una treintena de años. Se observa igualmente
un fuerte aumento de los llamados casos de «depresión». Sin
duda, nosotros hablaremos de ellos en un momento.
Como usted quiera. Pero antes, ¿no podría comenzar por definir
el goce? ¿Cuál sería la diferencia con el placer?
Freud ha definido el «principio del placer» como principio
de menor tensión. Él se une por allí con las elaboraciones fi-
losóficas clásicas, que muestran que el sujeto humano busca
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ante todo el menor sufrimiento, y que está dispuesto por eso
mismo a renunciar a satisfacciones que son demasiado inten-
sas con tal de evitar lo doloroso.
¿Pero está verdaderamente establecido que el sujeto huma-
no no busca sino el placer, definido en el fondo como prin-
cipio de temperancia? El hombre que tiene sed siente placer
al beber, lo que disminuye su tensión. Pero ¿qué pasa con el
hombre que busca en la bebida algo muy distinto que calmar
la sed? ¿Qué hay del hombre que bebe bebida alcohólicas en
gran cantidad, lo que le procura una embriaguez que puede
acompañarse de molestias inmediatas
y leves (dolor de cabeza, etc.) o más
graves (patologías médicas).
Antes que disminuir la tensión no
busca sino aumentarla, franqueando
los límites del principio del placer, por-
que un tal franqueamiento lo hace «vi-
brar» más. Esto esclarece las patologías
adictivas, sin duda también las perver-
siones, pero no únicamente.
¿Cómo es eso?
Y bien, usted ya puede observar que
el goce no es forzosamente reparado como tal. Nosotros a me-
nudo tenemos comportamientos que entrañan un cierto sufri-
miento, pero que no lo percibimos como tal porque es sin duda
ese mismo sufrimiento el que buscábamos.
¿Usted se refiere al masoquismo?
No solamente. Había llegado a la depresión. Sostendré que
el goce es tan visible en los casos de personas que se encierran
en sus casas, en la humedad y los olores de las sábanas sucias,
entre botellas vacías, en una inacción patológica. Para decir-
lo en términos lacanianos, uno puede preguntarse «a qué sa-
tisface» un tal comportamiento.
Entonces se trata de que nos diga algo más sobre cómo entiende
la depresión. A partir de su libro titulado Depresión, la gran neu-
rosis contemporánea, ¿cómo la definiría?
El término «depresión» es muy utilizado hoy en día, demasia-
do quizás porque puede servir para designar el estado del hom-
bre que no encuentra trabajo, la tristeza de aquel que perdió a
un ser querido y, al mismo tiempo, una imposibilidad durade-
ra de querer y de desear. Es en esta imposibilidad, antes que
en un vago «problema de humor», donde ubico la depresión.
En mi libro, me referí a Lacan quien, desde 1938, hablaba de
«la gran neurosis contemporánea» poniéndola en relación con
la condición del sujeto moderno; ese sujeto que no encuentra,
por la evolución de las costumbres, un padre al que enfrentar-
se, en una revuelta saludable que reforzaría su deseo. Agrega-
ré sin embargo que esto no constituye sino el punto de partida
de una interrogación que no debería simplificarse demasiado.
Por ejemplo, la referencia al padre hace necesariamente pen-
sar en la interdicción edípica, pero lo esencial es su función de