Revista Imago Agenda 206 "Las aplicaciones del amor" Imago Agenda 206 | Page 18

LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com Las “aplicaciones” del amor ¿Se presenta el amor en las redes? Escribe Martín Alomo [email protected] M i respuesta a la pregunta del título es la siguiente: el amor no se presenta en las redes sociales on line ni en las denominadas apps. El amor, eventualmente, aun cuando las personas se hayan conocido virtualmente, a tra- vés de alguna aplicación, acude al encuentro en las redes off line, más allá de la pantalla. Curiosamente, como sabemos, a las redes on line se las llama “sociales”, en una especie de tras- trocamiento con los lazos sociales del mundo tridimensional. El amor no se presenta en las redes on line, decía. Lo que sí se presenta allí son perfiles que, por lo general con una foto, al- gún texto y varias publicaciones -más imágenes y más textos- funcionan como auto-presentación de la persona, una espe- cie de semblante virtual, no una telenovela sino un tele-velo, en la pantalla y a distancia del cuerpo a cuerpo. A distancia del cuerpo a cuerpo, por lo menos en dos sentidos. Por un lado, a distancia de los cuerpos de goce, esos que, en lo social, se presentan vestidos con significantes hechos de tela y afeites -se le llama moda, cosmética- y de palabras y sentidos -se les suele llamar atributos y roles sociales-. Esos mismos cuerpos que en la intimidad, si los amantes desean, dejan caer sus velos y se desnudan de los significantes que los visten. Por otro lado, a distancia también del cuerpo a cuerpo de significantes, que al- gunas veces, cuando portan un peso de goce diferenciado, sin- gular, debido a la incidencia de lo éxtimo, aun cuando constitu- yan el ropaje social de los sujetos pueden tocar lo más íntimo, como desde dentro. Una palabra caliente, incitante, inteligente, puede ser como la mano debajo de la falda de una dama que se está conociendo, sorprendidos ambos, ella y él en este caso, gra- cias al contacto facilitado por ese acceso directo. Sin embargo, la auto-presentación mostrada en las redes licúa el poder de lo simbólico, inhibe su eficacia, debido a la preg- nancia de lo imaginario y a la puesta en acting del conocido re- frán: dime de qué alardeas y te diré de qué careces. Fotos con au- tos nuevos, yates y aviones para ellos; mallas sugerentes, sofis- ticadas fiestas y viajes por el mundo para ellas. Eventos socia- les, amigas y amigos, brindis, champagne, logros para todes. 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En tales casos, podríamos hablar de aplicaciones del amor, a condición de entender que el amor ha surgido luego de haber atravesado el laberinto de espejos -o de pantallas- en los que cada quien se auto-presen- ta con la mentira que le parece más aceptable. A decir verdad, en relación con esto último, las redes sociales, es decir, el mundo off line, no es distinto. Allí, la gente también se auto-presenta. De hecho, Erving Goffman, el célebre sociólo- go, acuñó en 1956 el término self-presentation no para las redes on line –que todavía no existían- sino para el modo en que las personas producían el engaño correlativo de “venderse” para resultar agradables a la mirada de los otros y ser bien trata- dos y considerados, en contextos específicos.* Entonces, en la vida fuera de las pantallas de vidrio o de led –es decir, donde la pantalla denominada realidad no se soporta en gadgets tec- nológicos–, si una relación trasciende el enamoramiento ini- cial y perdura, más allá de las auto-presentaciones del caso,tal vez acceda al amor. Éste no se presenta en las redes, ni on ni off line. El amor se aprende, se construye, se banca, después de la auto-presentación de cada quien y atravesando las pan- tallas en juego. Lo que ellas velan, tal vez las cibernéticas con mayor eficacia, es la falta. El relato que nos contamos acerca de quiénes somos cuando le hablamos a otro sobre nosotros, en la vida off line, también es un velo de malla que nos resul- ta tan familiar como imperceptible. O lo que es lo mismo: no- sotros también nos creemos nuestra mentira. El amor, decía, atraviesa las pantallas y vuelve evidente la falta, la castración, la incompletud, la vulnerabilidad. Si aun así los amantes se si- guen eligiendo, es decir: si se pueden seguir deseando e inclu- so queriendo, así fallidos, entonces el amor tiene una chance. Bajo la forma de compañía inesperada y tranquila, de pacien- cia sorpresiva y generosa, de aceptación no afectada ni exigen- te; tales suelen ser, entre otros, los rostros del amor. Por eso, decía, el amor no se presenta, sino que adviene al atravesar las pantallas de las redes sociales (las unas y las otras). Sin embargo, no da lo mismo que la auto-presentación sea a través de pantallas virtuales o en la realidad tridimensional. A través de la web y de las distintas aplicaciones para celulares, la gente no sólo se oculta de un modo más eficaz que en las redes off line, sino que el borramiento del otro es mucho más logra- do porque está ofertado como condición previa. Yo me comu- nico con lo que yo quiero, o creo –es lo mismo– del otro, que bien podría ser un troll al otro lado de la línea, programado para res- ponder mis requerimientos virtuales. Se trata de una situación que vibra en la misma sintonía que la abolición de la otredad en la pantalla. Esa es la premisa de las aplicaciones virtuales para conocer personas. Podría resumirse en la siguiente fórmu- la: la aplicación me facilita “comunicarme” con vos, porque sé que en realidad hablo conmigo mismo y a lo sumo, si nos gustamos cuando pasemos de una pantalla a la otra –de la virtualidad a la realidad– me darás un polvo, para lo que basta tener un cuerpo. Mientras tanto, los inicios de las relaciones off line, al con- tar con la presencia de los cuerpos tridimensionales, las mi- radas, los perfumes, los alientos, la sonoridad de las voces y otros detalles corporales, están abiertos a que la eficacia incomunicante de la fantasía pueda ser traicionada en cual-