Revista Imago Agenda 206 "Las aplicaciones del amor" Imago Agenda 206 | Page 38
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Conceptos fundamentales del psicoanálisis. Coord: Lucas Boxaca y Luciano Lutereau
Cuando un varón ama a un varón
U
Marina Esborraz y Luciano Lutereau
na nueva tendencia conocida como “Bud Sex” se abre paso
en las noticias de estos días. La traducción podría ser “sexo
entre colegas”, para nombrar el vínculo sexual practica-
do por aquellos hombres heterosexuales que tienen relaciones
íntimas con otro varón con el único objetivo de obtener placer.
Desde el punto de vista del sentido común podría creerse que
esto se explica fácilmente, a partir de la idea freudiana de bi-
sexualidad, en la medida en que quiere decir que todos somos
un poco masculinos, otro poco femeninos, o bien un poco he-
terosexuales y otro poco homosexuales.
Sin embargo, en lo que respecta al último par de términos
mencionado (hétero y homo), lo propio del pensamiento de
Freud es establecer más bien una fundamentación homoeróti-
ca de la sexualidad. Dicho de otra manera, antes que una parte
y otra parte, la clínica psicoanalítica aísla que la heterosexuali-
dad tiene su raíz en la homosexualidad. En este punto, el psi-
coanálisis realizó una inversión del clásico prejuicio psiquiátrico.
Si para la medicina la homosexualidad era una suerte de “des-
viación”, para el psicoanálisis la pregunta no es cómo se devie-
ne homosexual, sino por qué la heterosexualidad se habría con-
vertido en una normalidad obligatoria, en un punto de llegada
presuntamente normal.
Diferentes fenómenos clínicos, bastante corrientes en la prác-
tica del psicoanálisis, demuestran las raíces homoeróticas de la
heterosexualidad. Mencionaremos cuatro, relativos a lo típico
en el tratamiento de varones heterosexuales.
En primer lugar, es habitual que los varones ejerzan cierta po-
sesividad sobre las mujeres. Desde un punto de vista general,
podría atribuirse esta actitud a lo que suele llamarse “degrada-
ción de la vida erótica”, es decir, a cierto maltrato de la mujer
como condición excitante del varón. Sin embargo, se trata de
algo bien distinto cuando se advierte una coordenada suple-
mentaria, nos referimos a las situaciones en que la posesividad
de los varones se basa en interrogar a la mujer respecto de su
aspecto, por ejemplo, cuando le pregunta “¿Así saliste a la ca-
lle?”, “¿No ves que parecés una atorranta?” y otras formulacio-
nes semejantes, donde lo que se corrobora es la objeción del va-
rón al carácter deseable de la mujer, es decir, al hecho de que
pueda llamar la atención de otros varones. De esta manera, el
interés del varón en la mujer está mediado por el interés que
puedan tener otros varones, al punto de que la fantasía en jue-
go sea la de sacarle una mujer a los otros. Dicho de forma sen-
cilla, una mujer vale por ser la mujer de (otro/un) varón. Por
esta vía podría declararse cuán homoerótico es el mandamien-
to “No querrás la mujer de tu prójimo”, que vela con la excusa
de la mujer que a quien se quiere es al prójimo.
Esta deriva podría llevar a fenómenos bien concretos en la
vida de muchos varones, como los que les ocurren a aquellos
que se excitan con las novias/hermanas/hijas de otros varo-
nes, etc., pero el segundo fenómeno que quisiéramos mencio-
nar se relaciona con otra circunstancia. Es una ligera contribu-
ción al psicoanálisis de la infidelidad. Se trata de aquellos va-
rones que necesitan tener amantes, no porque no deseen a sus
mujeres, sino porque no temen perderlas; entonces, la aman-
te aparece en el punto en que pueden ponerse celosos de ellas.
Nuevamente el fantasma de otro varón aparece en el horizon-
te y corrobora una segunda vía que demuestra al homoerotis-
mo en la base del interés heterosexual.
Pasemos una tercera vía, un poco más abstracta, que podría-
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mos ubicar en el más generalizado fetichismo de la vida erótica
masculina. Nos referimos al interés de los varones por la ropa
interior. Es usual en ocasiones incluso ver a varones compran-
do ropa interior para sus mujeres, con fines excitantes, mientras
que las mujeres que le compran calzoncillos a sus parejas lo ha-
cen por un afán mucho más maternal. ¿Qué hay detrás del inte-
rés de los varones por la ropa interior femenina? En principio,
lo que nos interesa retomar aquí es la afirmación freudiana de
que el fetichismo es una defensa contra la homosexualidad. Cree-
mos que más bien esta frase debería entenderse de la siguiente
manera: el fetichismo es la homosexualidad por otros medios.
Una verificación de esta cuestión podría esclarecerse a partir
de las fantasías que despierta el cuerpo femenino en los varo-
nes. En muchas de ellas, la pregnancia que despierta el cuerpo
de la mujer es inmediata. Es algo que se corrobora en la porno-
grafía, cuando los varones se identifican más frecuentemente
con la mujer penetrada que con el varón. De ahí que la mastur-
bación masculina se base muchas veces en el ejercicio de tener
el falo para dejar serlo (a partir del goce pasivizante de la mira-
da); ser el falo que compromete con una identificación espon-
tánea del varón con un cuerpo femenino. Entonces, el fetichis-
mo viene a ser la manera en que el varón le añade algo al cuer-
po de la mujer para no quedar capturado en una posición pasi-
va. Para decirlo de una manera directa y general: el varón que
compra ropa interior para una mujer, lo hace a partir de la po-
sición pasiva que recupera la mujer que él sería para un varón.
Esta última orientación lleva al cuarto fenómeno que quisié-
ramos especificar. En continuidad con la disquisición del feti-
chismo, podría destacarse algo que para el saber popular es bas-
tante notorio: hay varones a los que les gustan los senos de las
mujeres y otros a los que les gusta el culo. Si el cuerpo femeni-
no ejerce una pregnancia espontánea para el varón, el interés
por los senos es una manera de establecer una diferencia in-
trínseca. Podría establecerse esta proporción, a más senos me-
nos identificación. Quizá por eso es común que los varones ho-
mosexuales que buscan esconderse detrás de una mujer lo ha-
gan con mujeres exuberantes (no necesariamente femeninas).
Por otro lado, en aquellos que se interesan mejor por el culo,
la desmentida es mucho menor, dado que ¿hay diferencia se-
xual a nivel del culo? Los varones fanáticos de los culos nunca
olvidan que culos tan hermosos también tienen los varones. En
efecto, los “chistes” groseros que suelen hacerse respecto de las
travestis son una huella de esta situación.
Estos cuatro fenómenos muestran de qué manera la hete-
rosexualidad masculina hunde sus raíces en el homoerotis-
mo. Esto es algo que se corrobora clínicamente cuando, por
ejemplo, un varón cuenta que le gustan las mujeres que son
de buen comer, aquellas que en la salida no piden una ensala-
da sino que le entran a la par y se alimentan “a lo macho”. Lo
mismo podría decirse del caso de ese varón que, prendado de
la risa de la mujer con la que empezó a verse, cuando conoce
a la familia se espanta porque nota que ella se ríe igual que el
padre. Para ningún psicoanalista es una novedad que aquello
que más atrae de una mujer a un varón, sea un rasgo mascu-
lino. Es lo que permite concluir que, para la clínica psicoanalí-
tica, amar sólo se pueda amar a un varón.
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* Psicoanalistas, docentes de la UBA. Autores de Amar a un varón.
Clínica de la homosexualidad masculina (Letra Viva, 2019).