Revista Imago Agenda 206 "Las aplicaciones del amor" Imago Agenda 206 | Page 22

LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com Las “aplicaciones” del amor Love Apps. Las cities online Escribe Santiago Thompson [email protected] L as Love Apps son el lugar de encuentro privilegiado para los solitarios inmersos en el anonimato de las grandes ciudades. En un contexto donde la desconfianza de unas y la precaución de los otros hace cada vez más improbable un acercamiento espontáneo estas aplicaciones brillan como una instancia pacificadora en la regulación de los lazos. El marco controlado que proponen permite que el anonimato se preser- ve. Mediante un simple clic, el otro puede volver a desapare- cer sin dejar rastro ni heridas afectivas tangibles. La posibili- dad de concretar una cita a distancia mediante la presentación de un perfil, filtrada por un chat previo y quizás algún inter- cambio de audios, transmite la idea de una reducción sensible de las eventuales contingencias del encuentro. El filósofo Zi- zek proclama que estas aplicaciones promueven una suerte de máxima: “we want the love without the fall” (queremos el amor sin la caída) –refiriéndose a la conocida expresión sajona “fa- lling in love” (enamorarse o, literalmente “caer en el amor”)–. El swipe continuo promueve un chat masivo y simultáneo. Se puede estar “conociendo” virtualmente varias personas en paralelo, y ya nadie pretende ser el único partenaire del otro desde un comienzo. Como señala Florencia Pavoni (2018), “Nunca dejes de buscar” parece ser la consigna de estos tiem- pos. Eva Illouz aludió ya en 2007 a un “capitalismo emocio- nal”: una cultura en la que las prácticas y los discursos emo- cionales y económicos se configuran mutuamente, en la que el afecto se convierte en un aspecto esencial del comportamien- to económico y en el que la vida emocional –sobre todo la de la clase media– sigue la lógica del intercambio y las relacio- nes económicas. Los afectos se convierten en objetos mensu- rables y calculables, que pueden plasmarse en afirmaciones cuantitativas. Las Love Apps abonan esta idea del intercambio justo y cuantificable. El salto al encuentro entre los cuerpos, muchas veces, hace trizas todo cálculo previo. Historias sin historia. El cuerpo en su vertiente libidinal per- manece a resguardo en el primer contacto, permitiendo en cier- ta medida avanzar sin riesgos. En su lugar se ofrece el sem- blante virtual, mediado por una serie de fotos. El encuentro entre los partenaires implica pasar de una situación perfecta- mente controlada y de la que se puede salir rápidamente vía “delete” a vínculo con otro ante el cual los seres hablantes se sienten, en ocasiones, desamparados. Las citas padecen de una carencia que hay que sobrellevar a nivel de la puesta en esce- na. Sin historia previa, ambos se comprometen, al menos, a compartir la mesa de un bar. Como señalé en otra oportuni- dad, este efecto de deshistorización es fuente de evitación y angustia. En el consultorio resuenan las dilaciones ante la in- minencia de una primera cita: cada cual se siente, en ocasio- nes, repentinamente “a merced” de un desconocido. La fragi- lidad del lazo hace que cualquier movimiento baste para que la cita se interrumpa: el otro puede devenir repentinamente ominoso, precipitando una fuga fuera de la escena. 22 | Imago Agenda | N° 206 | Septiembre 2019 Este carácter deshistorizado también tiene otra cara, que es una de las principales innovaciones que traen las Love Apps: la posibilidad de tener citas random, es decir, de conocer al- guien que está por fuera de nuestro círculo social, incluso de nuestro círculo virtual, es decir, que ni siquiera sería contacto nuestro en Instagram o Facebook. “Dr. House” describió alguna vez la diferencia sexual en es- tos términos: “Las mujeres se enamoran de lo que escuchan, los hombres se enamoran de lo que ven. Por eso las mujeres se maquillan, y los hombres mienten”. Estas aplicaciones de- jan al varón desarmado en este aspecto: el culto a la imagen que promueven lo somete al mismo criterio de selección que el sexo femenino. El motivo principal para ser aceptado o recha- zado en estas apps no es otro que una serie de fotos, acompa- ñadas de un mínimo texto. Una mujer que promedia los trein- ta me relata la prehistoria virtual de su actual pareja: se cru- zan en Happn donde él le da clic al corazón, mientras ella, im- piadosa con la pancita cuarentona de él, lo descarta. La per- manencia de la visualización de los cruces en esta aplicación hace posible que él la rastree en Instagram, donde puede ex- hibirle sus méritos profesionales, así como sus bienes mate- riales. Consigue por esta vía una cita. Una simpática pancita varonil casi lleva al fracaso lo que hoy es para ella el amor de su vida. Ante este cruel filtro que impone el rechazo instantá- neo en las Love Apps, los varones se ven forzados a mejorar su cuerpo… para salir bien en las fotos. Aunque estas aplicaciones adquirieron temprana fama por promover vínculos fugaces, existen hoy familias constituidas a partir de un cita online. La construcción de una pareja estable, diga lo que se diga, sigue estando en el corazón de la mayor parte de los usuarios de estas apps. Los partenaires que apare- cen en el camino entretienen, alivian la sensación de desamparo hija de la soledad y reafirman la propia posición sexuada: hoy para ser hombre y ser mujer no es necesario ser amado, pero sí contar con algún deseo del cual sostener un semblante mascu- lino o femenino. Ellos hace tiempo que vienen reemplazando la mujer y la familia por la circulación entre mujeres para legi- timarse ante sus pares. Ellas empiezan a tomar la misma posi- ción. “Nos mueve el deseo” es una de las principales consignas de los movimientos feministas. Lo que se gana en el campo del deseo, tambalea del lado de la construcción del lazo amoroso. Una chica cool festeja en una storie de Instagram un pasacalle que sus amigas le habrían dedicado: “Maru, aflojale al Tinder. El 20 juntate con nosotras. El día del amigo no se chonguea”. La homenajeada comenta “Estas son mis amigas”, y añade el emoticón de la cara sonriente con ojos-estrella. Salvavidas de hielo. Es insoslayable la tristeza que se eviden- cia, sobre todo en los migrantes digitales, al momento de usar estas aplicaciones. Sensación que debería ser debitada a la so- ledad de las capitales, y no a las Love Apps. En Buenos Aires se construyen cada vez más edificios colmados de monoam- bientes. Algunos perfiles imploran: “sacame de esta aplica- ción”. La oferta constante va en detrimento de la estabilidad del lazo amoroso. Las nuevas tecnologías de la elección favo- recen las solterías prolongadas, que ya no son vividas como marginales. La figura de la “solterona” o el “solterón”, con la carga despectiva que conllevan estos términos, ha caído en