Revista Imago Agenda 205 -FENÓMENOS PSICOSOMÁTICOS Revista Imago Agenda N° 205 (Otoño 2019) | Page 58

LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com como si fueran iguales, pero es una mera apariencia. Los leñadores y guardabosques conocen los caminos. Ellos saben lo que signifi- ca encontrarse en un camino que se pierde en el bosque (1996: 4). Todo filósofo crea su bosque o, tal vez, el bosque lo llama y lo crea en tanto filósofo. En ese bosque, se abren los caminos [Wege] y los claros [Lichtungen]. Algunos senderos se pierden en el vacío, otros vuelven a su punto de partida, a veces for- man un laberinto en el que el pensador pone en juego su pro- pia vida y corre el riesgo de perderse para siempre. Este ries- go se llama locura. El caminante siente siempre la amenaza del extravío, del delirio. III. Hacer filosofía, entonces, supone para Heidegger en cierto sen- tido caminar. No se filosofa, sin embargo, desde la nada. Exis- te, como dijimos, lo que se llama tradición, existe una historia de la filosofía, existen textos, un corpus de escritura, una me- moria. El pensamiento filosófico presupone una lectura filosófi- ca, es decir una relación con textos del pasado. Por tal motivo, el salto inherente al pensamiento filosófico, como indica Hei- degger, es siempre un paso atrás, es decir una vuelta a la tradi- ción metafísica, a lo que ha sido pensado (pero sobre todo no- pensado) a lo largo de esa tradición. Ahora bien, si un filósofo, o, por lo pronto, un texto determinado de un filósofo, abre un camino en el bosque común de la filosofía, entonces leer en un sentido también filosófico ese texto significará situarse en el ca- mino propuesto por esa escritura, significará recorrer el sende- ro abierto por el pensador que uno está leyendo. Pero ¿es esa, para Heidegger, la lectura propiamente filosófica, es ese el “paso atrás”? Cuando leemos un texto de filosofía, cuando recorremos el camino abierto por ese texto, ¿hacemos por eso filosofía? Di- cho de otro modo: ¿le hacemos justicia al pensamiento filosó- fico, en el sentido en el que lo entiende Heidegger, si identifi- camos a la filosofía con un recorrido ya predeterminado? ¿Fi- lósofo es el que sigue las huellas o el que las deja, el que sigue un camino o el que lo abre? Probablemente estos interrogantes estén mal planteados. Ambos movimientos parecieran ser in- discernibles. Por eso hemos dicho, siguiendo a Heidegger, que no se filosofa desde la nada. Nadie ha dejado huellas sin antes haberlas seguido. De todas maneras, nos parece detectar una cierta tendencia a ir limitando la práctica filosófica, conforme avanza la especialización académica, a un mero recorrido de caminos preexistentes. Como si hacer filosofía significara cono- cer con el mayor rigor posible el camino (o los caminos) abier- tos por un pensador. Sin embargo, en general la filosofía no ha funcionado de esa manera. Los caminos abiertos por los filóso- fos, por los mismos filósofos que crearon esos caminos que hoy recorremos, nunca siguieron fielmente los caminos previos, los caminos abiertos a su vez por otros filósofos. Pero curiosamente esa dificultad para seguir las huellas pareciera ser la condición de posibilidad de la filosofía. Todo filósofo es un mal rastreador. ¿Cuál es la relevancia de todo esto para la lectura filosófica tal como Heidegger la entiende, es decir como “paso atrás”? No vale la pena aclarar que no estamos queriendo decir que la fi- losofía aparece cuando no hay camino. Ya hemos visto que hay una relación esencial entre la filosofía y el camino. Lo que que- remos decir, a partir de Heidegger, es que la filosofía no se hace recorriendo —o, para ser más cautelosos, meramente recorrien- do— un camino ya abierto. En cierto momento, es preciso sa- lirse del camino, es preciso efectuar un ligero desplazamiento, un clinamen, que no es una negación. El método, término com- puesto por el prefijo metá y hodós, en tanto apunta a lo que está más allá del camino, supone una cierta trascendencia y en ese sentido está acaso más ligado a la teología o la religión que a 58 | Imago Agenda | N° 205 | Otoño 2019 la filosofía tout court. Hacer filosofía no significa ir más allá del camino, sino mantenerse al lado, en su costado, es decir en la banquina. 1 Si un texto filosófico propone un camino determi- nado, entonces leer ese texto en un sentido también filosófico implicará situarse en la banquina, es decir en el espacio adya- cente al camino principal, en la franja contigua no destinada a la circulación de automóviles salvo en circunstancias excepcio- nales. Sólo desde la banquina se puede hacer filosofía, pues- to que la banquina designa un espacio exterior al camino, ese afuera precisamente al que apunta el “paso atrás”, pero que al mismo tiempo se mantiene en una proximidad esencial con la via principalis. Ejemplos célebres: Platón se ubica en la banqui- na del camino abierto por Parménides, Aristóteles se ubica en la banquina del camino platónico, Tomás de Aquino se ubica en la banquina del camino aristotélico, Nietzsche en la banqui- na de Schopenhauer, etc., etc. IV. La banquina es el lugar de la traición. Abandonar el camino es, en cierto sentido, traicionar al pensamiento que se está con- siderando. Pero hay traiciones legítimas y traiciones ilegítimas. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia es la siguiente: se traicio- na legítimamente a un autor cuando se sale del camino pero se permanece en un margen que el mismo autor hace posible. Por eso el lugar de la traición es la banquina, el costado del cami- no, y no cualquier lugar. Todo pensamiento filosófico exige ser traicionado. Y por eso mismo, en la medida en que todo pensa- miento se sustenta en esta exigencia, el camino abierto por ese autor en ese texto crea las condiciones (estaríamos tentados a decir “trascendentales”) para ser traicionado. Esto significa que todo camino implica a la banquina o, dicho de otro modo, que la banquina es inherente al camino (aunque es probable que la formulación inversa sea aún más apropiada: el camino es in- herente a la banquina). Hacer filosofía, por lo tanto, significa- rá escuchar la llamada de ese pensamiento, escuchar la voz que nos exige traicionar el camino, que nos exige irnos a la banqui- na. Lo cual no significa, hemos dicho, alejarse imprudentemen- te del camino. La banquina, de algún modo, está contemplada por el mismo camino. La exigencia de traición es interna al sen- dero que se está recorriendo. Si no nos desplazamos a la ban- quina —y en este sentido el paso atrás es un paso al costado—, habremos perdido lo esencial. Habremos recorrido el camino, es verdad, sabremos dónde empieza, dónde termina, habremos co- nocido sus curvas, sus badenes, sabremos cuando alguien muer- de la orilla; lo contemplaremos, acaso, desde nuestra altura so- berana. Pero situados allí, en medio del camino, estaremos más lejos que nunca de la filosofía tal como Heidegger la entiende. Adivinamos algunas objeciones: para salirse del camino, para irse a la banquina, es preciso primero haberlo recorrido de pun- ta a punta, es preciso conocerlo en profundidad. Es verdad, pero tal vez es una verdad a medias. ¿Podríamos afirmar que Kant ha leído bien (es decir ha conocido en profundidad) a Hume?, ¿que Hegel ha leído bien a Spinoza?, ¿que Nietzsche ha leído bien a Kant?, ¿que Husserl ha leído bien a Descartes? Ningu- no de estos autores ha hablado desde el camino del otro autor. Ninguno ha conocido de forma acabada los caminos transita- dos. No han tenido tiempo para eso. Les ha sido más urgente la banquina que el camino. Parafraseemos a Blas Pascal: la ban- quina tiene razones que el camino no conoce.  ____________________ 1. El término “banquina” es ciertamente poco feliz y no posee la elegan- cia de otros términos afines tales como arcén o berma. Sin embargo, no existe otro término en Argentina que lo iguale por su uso y fami- liaridad. Hemos optado entonces por utilizar esta palabra, cotidiana y poco “académica”, no sólo para reflexionar sobre cuestiones filosóficas, sino para identificarla con el lugar específico de la filosofía.