Revista Imago Agenda 205 -FENÓMENOS PSICOSOMÁTICOS Revista Imago Agenda N° 205 (Otoño 2019) | Page 4

LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com Lic. Andrea Trucco Clínica psicoanalítica Supervisión individual y grupal 011-15 4 0362759 Lic. Luciana Spector Psicoanalista (UBA) Consultorio en Villa Ortuzar Cel.: 1560547805 Librería psicoanalítica desde 1967 Av. Coronel Díaz 1837 | Tel. 4825-9034 Ecuador 618 | Tel. 4963-1985 E-mail: [email protected] Imago Agenda WhatsApp Publicidad 15 3399-6167 todos los medios de parar el ataque inmu- ne aunque no se sepa todavía la manera de hacerlo que no implique la inmunosupre- sión o el tratamiento por corticoides de por vida. No hay explicación psicoanalítica algu- na que pueda detener la enfermedad. Aun- que algunos hayan creído que el sistema in- mune hacía un error entre el yo y el no-yo. En cuanto a las úlceras pépticas, el descu- brimiento del “helicobacter” dio por termi- nadas las hipótesis de psicosis de órgano. Algunos o muchos analistas descubrieron desde hace muchos años que en estos pa- cientes la cura analítica volvía más largos los períodos intercurrentes, entre una cri- sis y otra. Es cierto. No sabemos por qué a ciencia cierta pero tampoco hay cura de la enfermedad, aunque algunos analistas pue- dan afirmarlo al lograr solo que esos perío- dos se alarguen. No da derecho, por probi- dad científica, a pretender haberlos curado. En 1964, año de la hipótesis de Lacan, la medicina sabía de la existencia del ADN y del DRN en el núcleo de las células, descubier- tos por Crick y Watson en 1953, y que ácidos nucleicos eran los portadores, en la cromati- na, de esa hélice donde se encontraba nues- tra herencia. Pero el mecanismo de produc- ción, transcripción, retranscripción del ADN por los ARN —mensajero, transcriptasa, y el movimiento de apertura y cierre de la doble hélice, que permite que los aminoácidos pa- sen a la célula y de allí a todo el cuerpo—, recién se comenzaría a conocer gracias a los trabajos de Monod, Jacob y Lwoff coronados con el Nobel de Fisiología en 1965. Recién en los años ’90 comienza a obtenerse la cer- teza del carácter genético no mendeliano de ciertas enfermedades y conocerse los distin- tos genes en causa en esas enfermedades. Al comienzo de los 2000, con el descubrimiento de los homeogenes o genes constructores del cuerpo comenzará a poder discriminarse el origen genético de las debilidades mentales. Mucho antes se sabrá que un porcentaje de úlceras son de origen bacteriano, aunque no todas. Eso hace que las gastritis puedan ser consideradas como parcialmente atribuidas a una causa psíquica, la angustia. En cuan- to a la alta presión llamada esencial, aun- que haya también la presencia incontesta- ble de la angustia en la activación del siste- ma simpático, con sus consecuencias en la concentración de sodio y la permeabilidad a él en el endotelio arterial, por la regula- ción de la renina-angiotensina y la vasopre- sina, hay también factores genéticos en la regulación de esas hormonas como así tam- bién dislipidemias concomitantes que agra- van el cuadro en su conjunto, dislipidemias que son de origen genético y no sólo debi- das a la mala alimentación. Las enfermedades autoinmunes, cuando graves y desencadenadas en la infancia o en la pubertad, no pueden no alterar el carác- 4 | Imago Agenda | N° 205 | Otoño 2019 ter de los sujetos que las contraen, y alteran necesariamente la demanda y la satisfacción pulsional esperable gracias al cuerpo simbó- lico y al imaginario en un organismo sano. Al alterar el cuerpo imaginario, la lesión or- gánica no puede no tener consecuencias di- versas, complicadas y de pronóstico incier- to no en cuanto al diagnóstico sino a la gra- vedad de la neurosis. Es cierto que en Ginebra, respondiendo a la pregunta de un asistente ginebrino, Lacan dice que tal paciente de una enfermedad psi- cosomática, no aclara cuál, consideraba “su cuerpo como un cartucho escrito en jeroglí- ficos” y evoca la “signatura rerum” de los primeros estoicos. La firma de las cosas. No el signo, una escritura que no sabemos leer. Estas indicaciones de Lacan son preciosas, tanto más que, cuando habla fuera de París y responde preguntas, dice teórica o clíni- camente de otro modo que en su seminario. Pero de todos modos no aclara de qué en- fermedad se trata. Haciendo un breve parén- tesis sobre mi experiencia, en los años ’80-’90 una paciente que había sufrido de un cáncer óseo (osteosarcoma), y tratada exitosamen- te con resección de la zona involucrada, ra- yos y quimioterapia, me habló un día en los mismos términos. Diciéndome que la pieza de titanio que unía los dos trozos del hueso operado estaba escrita en caracteres de una lengua que ella no leía, que seguramente yo sí. El cáncer no es una enfermedad psicosomá- tica, ciertamente no un cáncer óseo. Cuando esa pieza le fue extraída es cierto que esta- ba escrita… con un número en cifras arábi- gas y letras latinas… Pero me había atribui- do el saber leerlas. Suposición errónea pero eficaz, no en cuanto a la cura de su cáncer, sino a la naturaleza del mal que la aquejaba y que era el motivo de su consulta. Aunque el cáncer estuviera involucrado imaginaria- mente en su dolencia. ¿Y cómo no? Freud enseñó a todos los analistas a respe- tar el conocimiento científico y atenerse a él hasta que se muestre, como fue su caso de fundador, que es insuficiente, y Lacan conti- nuó su gesto previniendo las consecuencias obturantes que una respuesta médica pue- de tener justamente en los casos donde es difícil concluir ante la naturaleza del sínto- ma a tratar. Por ejemplo las grandes psicosis y el autismo donde por más que la psiquia- tría biológica insista en su origen genético, no hay nada que lo demuestre. El conocimiento del origen parcialmen- te genético de muchas enfermedades orgá- nicas, y la dificultad en decidir si en su ori- gen puede o no haber un aporte epigenético, y qué querría decir ese concepto en el caso de un efecto “psíquico” en la transcripción de tal o cual grupo de genes es algo que no puede responderse. Pero no hay nada que se conozca aún de cómo la angustia podría, vía sistema nervioso central, no sólo alterar un