Revista Imago Agenda 205 -FENÓMENOS PSICOSOMÁTICOS Revista Imago Agenda N° 205 (Otoño 2019) | Page 16

LETRA VIVA LIBROS | Av. Coronel Díaz 1837 | Ecuador 618 | Buenos Aires, Argentina | Telefax 4825-9034 | www.imagoagenda.com mecanismo tisular sino llegar al núcleo de sus células y provo- car fallas no autorreparables —los mecanismos de autorrepara- ción existen y son conocidos— en la transcripción del ADN de modo a hacer cancerígenas esas células. Las células canceríge- nas no sólo crecen por división celular, por mitosis, sino que de- sarrollan en su superficie mecanismos de ocultación a los linfo- citos que vienen a atacarlas. Son algo así como lo contrario de las células que son atacadas en las enfermedades autoinmunes. Sabemos que el efecto “placebo” es cierto. Hay resultados re- gistrados desde hace muchos años en imágenes por resonan- cia magnética, que el cerebro de pacientes que sufren de Par- kinson reaccionan ante el placebo en la llamada sustancia ne- gra del mesencéfalo, donde sus células producen dopamina y que en el caso de esta enfermedad dejan de producirla, como los pacientes que han recibido realmente su dosis de L-dopa, su sustituto de reemplazo. Pero esta reacción positiva dura solo se- gundos. Prueba una vez más de la eficacia aún “subcortical” de la palabra, pero prueba también de su límite en la organicidad. Analíticamente sabemos, al menos los lacanianos, que una estructura netamente neurótica puede ser acompañada de una tendencia depresiva fuerte o “melancoloide” sin creer que es una psicosis maníacodepresiva o venir acompañada de una neurosis actual, es decir con un monto excesivo de angustia para el yo del analizante sin creer que estamos ante una des- compensación psicótica. Pero hoy no podemos ignorar que la angustia no sólo es señal de alarma, y señal del goce del Otro, que si perdura fuertemen- te, puede tener consecuencias orgánicas importantes en el que arrastra desde la infancia el haber sido soporte de los padres, destinado a cumplir tareas insólitas y desmedidas para la capa- cidad del yo, ya que éstas pueden dañar la identificación al se- mejante. Y es la fuerza del amor dado porque sí y no por afron- tar situaciones de riesgo psíquico que permiten a un sujeto afron- tar luego como adulto problemas que se le plantean a un adulto. Es por eso que no podemos hablar de una estructura psicoso- mática, como si ese síntoma tuviera una naturaleza y una cau- salidad totalmente psíquica trasladada al organismo. Lo que es sí del resorte de lo psíquico —la angustia y el daño narcisista— es la incidencia de la angustia a través de sus efectos orgánicos, ya que incide en el endurecimiento de los endotelios arteriales sin que medie sólo la existencia de ateromas (placas de coles- terol calcificadas), en el aumento de ácido clorhídrico en la ac- Colección dirigida por tividad de la pared gástrica, es decir en la reproducción de un estado de desamparo sin que pueda haber, esta vez, Otro que socorra. Sólo el analista que esté dispuesto a soportar esa trans- ferencia y a no considerar que el síntoma del paciente, en es- pecial cuando se trata de una enfermedad autoinmune, tiene un efecto de resistencia, porque que es algo de lo que no habla. ¿Y si se tratara inconscientemente del pensamiento de que una maldición tal, sin Otro que la profiera o pueda atribuírsela a sí mismo, es como un pago definitivo de deuda? La dificultad o la imposibilidad de un paciente a considerar la enfermedad como una producción propia es natural, ya que es un proceso orgánico. Sería un error grave del analista preten- derlo si se trata de una enfermedad autoinmune o un cáncer. Eso significaría simplemente culpabilizarlo. Considerar esa di- ficultad en la palabra en lo que a la afección orgánica se refie- re, que sigue siendo un “eso” —un ça, un Es— no nos autoriza a considerar que esa consolidación de S 1 y S 2 sean la causa de la afección. Ese síntoma no es un nombre del padre, no es un ideal del yo y no hay un saber inconsciente sobre él. Por otro lado considerar estos síntomas orgánicos como pro- ducciones de tal o tal goce es volver de Lacan a Jung. Desde Freud, para el psicoanálisis, los síntomas son símbolos no de la libido sino de la angustia. En el caso de ciertas afecciones orgá- nicas y no todas no son símbolos sino efecto parcial. En cuanto al tratamiento de cuadros donde interviene tan- to el narcisismo del paciente como una condición orgánica he- redada o congénita, es un cierto manejo de la transferencia el que puede permitirnos que lo clivado del narcisismo —y no del sujeto— comience a ser reconocido. Lo que se trata de lo- grar es que ese peculiar desconocimiento gozante, que no se resuelve sólo por retorno de lo reprimido, ya que es desmenti- do por el sujeto, no lo haga actuar buscando refugio en lo que agrava la enfermedad orgánica. Por último, pretender “curar” es un pasaje desconcertante en lo que a la doctrina psicoanalítica se refiere. Existe la cura y su dirección, que puede ser en cada caso diferente. Pero el analis- ta no es el demiurgo de ella. Si lo cree y se jacta de ello pasa inmediatamente a ser un curandero con diploma.  ________________ 1. Jacques Lacan, Le Séminaire, Les quatre concepts fondamentaux de la psycha- nalyse, Seuil, 1973. Les fondements de la psychanalyse, Staferla, ELP. 2. Le Bloc-notes de la psychanalyse Nº5, Genève, Suisse, 1985. Alejandra Ruíz Lladó Letra Viva Editorial 16 | Imago Agenda | N° 205 | Otoño 2019