Revista Imago Agenda 205 -FENÓMENOS PSICOSOMÁTICOS Revista Imago Agenda N° 205 (Otoño 2019) | Page 18
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Fenómenos psicosomáticos
Cuando el cuerpo no aguanta todo
(Prosiguiendo la discusión acerca del “fenómeno psicosomático”)
Escribe
Leonardo Leibson
[email protected]
1.
¿De qué hablamos cuando hablamos de “fenómeno psi-
cosomático”? Que el uso haya generalizado este térmi-
no no delimita sus alcances. Tal vez la mejor definición
que conozco la escuché de labios de un analizante que lo plan-
teó como que “el cuerpo, llegado el caso, no aguanta todo”. Me
parece acertada porque articula la presencia de un cuerpo que
encuentra un límite en la enfermedad, pero entendiendo que
no es sólo una limitación funcional sino algo que señala que
se ha entrado en una zona diferente, que ha ocurrido la rup-
tura de un supuesto equilibrio, que hay algo que ya no pue-
de desconocerse. Aún así, esa señal requiere un trabajo y una
puesta en forma para que pueda abrirse al juego de la trans-
ferencia y posibilitar que surja una intervención que recorte y
haga caer un sentido demasiado pesado que se ha concentra-
do en ese evento clínico, caída que podría ejercer influjos so-
bre la enfermedad. Pero llegar a esto tiene ciertas particulari-
dades que hacen a cómo concebimos este campo de problemas
que llamamos psicosomática. Intentaremos cernir este campo.
En primer término, se trata de eso: de un campo de fenó-
menos. No es una “estructura”, ni una “patología” ni un “tras-
torno”. Se trata de un campo discursivo determinado por dos
elementos fundamentales que son (por orden de aparición):
hay una enfermedad que afecta al cuerpo en el sentido médi-
co y un decir acerca de esa enfermedad con ciertas caracterí-
siticas. Lo característico de ese decir es su homología con el
decir médico que Lacan define en “Psicoanálisis y Medicina”.
Un modo de decir que desconoce la estructura de la demanda
(o sea, la ley del significante, la dimensión del malentendido
y del equívoco) así como la dimensión gozante del cuerpo (lo
que del cuerpo va más allá de lo imaginario). Estas caracterí-
sitcas no son exclusivas de los profesionales médicos, se tra-
ta de una modalidad discursiva y es en tanto tal que nos in-
teresa clínicamente. Nuevamente: no se trata de un déficit ni
de un trastorno, es un modo de decir. O sea, un ordenamien-
to del discurso que, mediante ciertas operaciones e interven-
ciones, podrá mutar en otras formas discursivas.
¿Cuál es ese ordenamiento? Se trata, en sus modos de pre-
sentación, de cierto uso de la idea de causalidad, combinado
con una pretensión de univocidad, uso de la analogía, no im-
plicación subjetiva o personal en relación con el padecimien-
to. Se trata de alguien que habla acerca de lo que pasa con las
palabras que el discurso médico le ha dis-puesto (apelando, es-
pecialmente, a los estudios complementarios exhibidos como
pruebas irrefutables e inequívocas). Alguien, incluso, que pue-
de o no conectar eso que le ocurre con algún dato de su his-
toria reciente o remota pero que, si lo hace, no va mucho más
allá de la conexión entre dos datos que no abren una esquizia
subjetiva, sin hacerse preguntas acerca de esto.
La posición enunciativa y el modo de decir son tan determi-
nantes para definir este campo como el hecho de que una en-
fermedad médica esté presente.
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2.
Nótese que no estamos poniendo en primer término
algún tipo de supuesta relación causal entre algún
proceso psíquico o afectivo y la aparición de la enfer-
medad orgánica. De todos modos no descartamos esta hipó-
tesis, pero consideramos que no es la cuestión determinante.
Por otra parte, no creemos que sea conveniente definir este
campo por ubicar el simple hecho de que haya manifestacio-
nes somáticas a las que se les pueda encontrar un correlato
psíquico. Por varias razones:
a) Es bastante obvio que siempre podremos encontrar un
correlato psíquico para cualquier padecimiento somático. Esto
tiene tal amplitud y universalidad que impide ubicar un cam-
po específico de problemas clínicos. Por algo Freud advierte
de los engaños a que nos conduce apelar al “paralelismo psi-
cofísico”. Es como afirmar que todos somos parientes por des-
cender de algún ancestro primitivo común.
b) Además, los trastornos que afectan al cuerpo pueden ser
de índoles muy variadas pero hay algo que resulta decisivo:
poder distinguir, en particular, aquellos trastornos que actúan
como si la anatomía no existiese (Freud) de los que sí respe-
tan la anatomía y fisiología.
Esto es, por un lado, los síntomas de las estructuras neuróti-
cas y psicóticas (paradigmáticamente, pero no exclusivamente,
los síntomas conversivos histéricos y las formas delirantes de
la hipocondría psicótica). Lo que caracteriza a estos síntomas
es su estructura metafórica (como dice Lacan: “no es una me-
táfora decir que el síntoma es una metáfora”), lo cual supone
la posibilidad de lectura y desciframiento a partir del propio
texto del síntoma. O sea, de la existencia real o potencial del
orden del malentendido allí 1 .
Por otro lado, nos enfrentamos con los fenómenos que mues-
tran un cuerpo que no es metafórico en su afección, por obje-
tiva y por remitir a un diagnóstico médico específico. Allí, en
principio, nada nos autoriza a sobreimponer una lectura que
atribuya sentido a esa afección. Hacerlo supone un abuso de
poder y una falta técnica fundamental. Porque imponer sig-
nificaciones sin considerar las asociaciones de quien consul-
ta es como interpretar un sueño al modo de los onirocríticos
de la Antigüedad.
c) La hipótesis de que lo psicosomático consiste en que hay
una causa psíquica para un efecto somático es endeble y a
la vez también demasiado generalizable. No existen demos-
traciones clínicas (ni del lado de la psicopatología ni tam-
poco desde el campo médico) más allá de ciertas cuestiones
que por su poca especificidad relativizan su utilidad, aunque
brinden un fundamento para pensar la constitución de este
campo 2 . Además, nos enfrenta al problema siempre canden-
te del lugar que en psicoanálisis podemos otorgar a la fun-
ción de la causa.
d) Finalmente, no nos parece conveniente definir lo psico-
somático a partir de categorías y diagnósticos médicos. Por un
lado, no hay ninguna lista precisa ni concluyente porque se-
gún los criterios y las épocas se incluyen o excluyen distintas
enfermedades allí. La imprecisión y diversidad terminan re-
sultando apabullantes y desalentadoras. Pero, sobre todo, por-
que lo que nos importa como analistas es interrogarnos acer-
ca de los modos de la constitución subjetiva a partir de cier-