Nueve décadas para recordar, reír y relatar su b
de vida y siendo él mismo, en primera persona
protagonista, un ser especial, ex jugador de H
haber defendido la camiseta del globo en un
orgullo muestra su carnet de jugador del añ
corroborar que Don Ángel Julio formó parte d
Nació el 12 de junio de 1929, en la ciudad de Pergamino,
siendo el sexto de trece hermanos. Tan solo
cuatro años tenía cuando arribó con su familia al viejo
“barrio de las ranas” (como se llamaba a la parte baja
de Parque Patricios) para instalarse en un conventillo
de la calle Grito de Ascencio 3472. Con el tango recorriendo
sus venas y un álbum de fotos que repasa cada
mañana, Don Ángel nunca olvidó sus raíces y en su
casa de Pompeya abre las puertas al recuerdo. Junto
a él, están sus dos hijos: Claudio -el mayor- y Andrea,
quien heredó la pasión quemera y es maestra del colegio
San Bartolomé.
“Yo competí en Huracán, Chicago y Argentinos de Quilmes.
Era rústico, metía bastante porque en esa época
se jugaba así”, resalta el entrevistado en sus primeras
palabras agarrando rápidamente imágenes de esa
época para mostrar y acotar sobre sus ex compañeros:
“Omar Muraco era vecino mío, íbamos juntos a los partidos.
En esta foto también esta Cacho Giménez, ¡que
época esa! El estadio tendría meses de vida cuando
nos tomaron esa fotografía.” Al dejar nuevamente sobre
la mesa la vieja postal, Don Ángel levanta la mirada
y recuerda con firmeza el momento que le tocó jugar
un duelo crucial ante Lanús, siendo de vida o muerte
para la institución. Tenían que ganar para mantener la
categoría, y él recibió un llamado importante horas antes
de esa final: “estaba en el bar de Grito de Ascencio
y San Francisco (hoy Diógenes Taborda) con la barra
de muchachos. Teníamos pensado ir a ver el partido
para alentar a la primera, siendo yo en ese entonces un
joven jugador de reserva. De repente entra corriendo
mi hermano Luís, que también jugó en Huracán de defensor,
y me avisa que habían llamado del club a una
vecina para informar que debía presentarme a las 14 hs
en la cancha de San Lorenzo. Al sorprenderme, mi hermano
me dice que estaba descompuesto el centro-half
Juan Carlos “Cacho” Giménez y debía ir en su lugar. Al
partir de mi casa, ya todo el barrio sabía que jugaba,
rápidamente corrió la noticia”, a lo que el protagonista
de esa tarde del 8 de enero de 1950 sumó: “Como
no teníamos plata para el colectivo, con mis amigos y
familiares fuimos caminando más de 20 cuadras hasta
llegar al Viejo Gasómetro. Al llegar, como era pibe y no
me conocían, me frenaron sin poder ingresar al vestuario
hasta que vino un dirigente a buscarme. Ese día los
periodistas preguntaron cómo me llamaba y el delega-
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