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SAONSINRA
Delegación Punta Alta
Punta Alta
Coronel Rosales, Bahía Blanca, Necochea y Quequén
Z
ona por excelencia en reparaciones, gracias a sus
puertos y muelles disponibles, espera todavía una
reactivación que al parecer se hace desear.
Todo el potencial brindado por sus estructuras
portuarias, se mancha de espacios vacíos y estéri-
les, y en los ocupados, pocasreparaciones a flote se
realizan demandadaspor los armadores pesqueros. Quie-
nes año a año van economizando el mantenimiento a sus
embarcaciones. Cada vez con menos personal en las escue-
tas obras navales, que, con solo algunos rodillos de pintura,
la más de las veces, quieren alcanzar para tapar el enveje-
cimiento que cada marea imprime en las proas. Y con esa
pintura se mantiene la expectativa de que se realicen re-
paraciones como antaño, con mano de obra calificada y
ocupación plena o semiplena.
El Puerto de Ingeniero White, con tan solo un puñado de
compañeros navales, alcanza para dar mantenimiento a los
barcos de Iberconza, que es el único armador pesquero con
posibilidad de ingresar al puerto Whitense en los periodos
de veda, cuando se aprovecha para dejar en condiciones
los navíos. Por una resolución del Consorcio del Puerto
local solo se permite el ingreso y estadía a aquellas empre-
sas que tienen puerto de origen allí, o que realizan alguna
descarga anual de su producción. Esto imposibilita a que
otras compañías amarren en Bahía Blanca como lo hacían
tiempo atrás, y esto ha reducido la posibilidad de tener
mayor oferta para los talleres; afectando substancialmente
la cantidad de mano de obra requerida.
La oferta y demanda de reparaciones en los remolcado-
res está cubierta con los planteles fijos. La flota de remol-
cadores, renovada hace pocos años, es de edad moderna.
Para los talleres navales locales, proveedores fijos, no cons-
tituye trabajo continuo ni permanente, lo que agrava las
dificultades económicas para mantener a sus trabajadores.
La capacidad operativa de Puerto Rosales, ocupada par-
cialmente por una flota estable de mantenimiento de la ría
y pequeñas embarcaciones locales, deja un espacio que,
bien administrado, permite a los armadores pesqueros al-
bergar hasta 8 embarcaciones de porte. En ese espacio Co-
narpesa y Argenova, en estos últimos años, amarraron sus
poteros en los periodos de veda pesquera. Entre luces y
sombras se realizan reparaciones con poca ocupación de
trabajadores, trasladando de barco en barco a pequeños
grupos de trabajo para el acondicionamiento de los mis-
mos.
La joya de la reina siempre lo fue la Base Naval Puerto
Belgrano, que en su momento de oro albergó a miles de
compañeros y decenas de talleres de todo el país. Con sus
reparaciones en embarcaciones de gran porte en sus mue-
lles, como también en sus diques, incluyendo las embarca-
ciones de la propia Armada Argentina,mantenía la
ocupación laboral, todo el año, de los talleres navales loca-
les. Hoy este gigante dormido brinda a la Industria Naval
Nacional pocas posibilidades de desarrollo. Imposibili-
tando el ingreso de buques de porte a su jurisdicción, con
una política cerrada, esquiva los ingresos y habilitaciones
de reparaciones a los armadores, que recurren, finalmente,
a llevarlos al exterior (Brasil o Chile). Los grandes cargue-
ros o petroleros, por falta de decisión y de una determina-
ción clara de este ente estatal, se ven negados de dejar los
recursos económicos devenidos de las reparaciones en
manos argentinas. Solo un sector de muelles de la BNPB,
en su zona de Capitanía de Puerto, está destinado a dar
amarre a buques pesqueros en los periodos de veda, y esa
es la sola posibilidad para los trabajadores navales locales
de realizar reparaciones.
La sostenida memoria de la capacidad de reparaciones
y construcción naval en Necochea y
Quequén deja
sospechar el potencial de una industria que fue pujante a
fines de los 80´. Con un padrón de más de 500 trabajadores
afiliados al SAONSINRA se realizaron, por aquellos años,
más de 150 embarcaciones pesqueras. Esa Memoria per-
sistente no logra ocultar que Astilleros a orillas del rio Que-
quén se ven hoy como fósiles secándose al sol.
Uno de ellos, el Astillero Vanoli, volvió al juego en manos
de Sergio Vanoli, hijo de su fundador Aníbal Vanoli, primer
Presidente de la Asociación Bonaerense de la Industria
Naval (ABIN). Este Astillero, que logró construir aproxima-
Vista aérea del muelle de Puerto Rosales