REVISTA GENERACION MILLONARIA Nº 3 Revista AGM Nº 3 | Page 13
VITALICIOS DEL TABLON
escribe: Carlos Tomimaru
[email protected]
Ser vitalicio es un gran orgullo, y si bien lograrlo significó un largo proceso, sin lugar a
dudas fue gratamente reconfortante. Tomandome el atrevimiento de llevar adelante
esta sección voy a inaugurarla narrando brevemente mi historia como socio vitalicio.
Nunca olvidaré aquel tan esperado 10 de septiembre de 2012. Sin lugar a dudas fue
uno de los días más importantes en mi vida, ya que cumplí 30 años como socio de mi
amado River Plate.
En realidad, son más de 30 años unidos al sentimiento millonario, ya que el flechazo
se produjo en el año 1974 con tan solo 10 años de edad.
Quien contribuyó a construir este amorío fue Don Inocencio, el padre de mi
compañero de primaria Daniel Gonzalez Aldegani, quien era oriundo de La Coruña,
España, pero “enfermo” hincha de River Plate. Él me lleva junto a mi amigo al estadio
Monumental, todos los domingos de local. Llegábamos a la confitería del club,
almorzábamos y después nos ubicábamos en la vieja Almirante Brown baja, ya que
–por aquél entonces- todavía no existía la Alta.
Mi flechazo fue inmediato, el descomunal estadio y la locura que se generó en el año
1975 con la llegada de Labruna y aquél “Dream Team” que supo cortar 18 años de
sequía, me llenaron de euforía y generaron un sentimiento indescriptiblemente bello.
La revolución de aquel equipo, mezcla de juventud (Alonso, J.J., Merlo) y
experiencia (Perfumo, Artico, Pedro Gonzalez, Más), pasaba por arriba a cualquier
rival. La gente de River, a su vez rompía las boleterías de Local y Visitante. El
campeonato logrado fue una locura total, ese equipazo me terminó de sumergirme
en el FANATISMO POR MI QUERIDO RIVER PLATE.
En el año 1976 me asocio al Club y paralelamente a ello fracasé en mis 2 intentos por
quedar fichado en las inferiores. Quedar por aquél entonces era una misión
prácticamente imposible, eran pruebas de más de 150 jugadores…
Tengo infinidad de recuerdos, muchos campeonatos, anécdotas de cancha, filas en
trasnoche para sacar entradas, enfrentamientos y discusiones futbolísticas con
actuales amigos o incluso con hinchas desconocidos, todo dentro del famoso
folklore del futbol.
Pasaron muchos años, muchas tristezas y alegrías. El año en el que me
condecoraron como vitalicio el club era presidido por D.A. Passarella y, aunque fue
uno de mis ídolos futbolísticos, el gravísimo daño que le instituyó a mi amada
institución, me obligó a esperar, no permitiendo que fuera él quien me entregara la
medalla y diploma de honor.
11