Revista Foro Ecuménico Social Número 8. 2011 | Page 35

Inserción laboral de jóvenes cárceles, se aprobaron los fondos para la ley de la Segunda Oportunidad. En Estados Unidos ya se aplicó la “mano dura” y fracasó. La ley se aprobó por unanimidad. En América Latina siguen echándoles la culpa a los jueces y se están por aprobar los mismos modelos que fracasaron en Estados Unidos. Las microexperiencias que hay son también totalmente estimulantes. En Argentina por ejemplo, la Universidad de Buenos Aires instaló un programa por el que todos los presos de las principales cárceles pueden hacer estudios universitarios, si están en condiciones de hacerlo. De todos los presos que asumieron esta alternativa, sólo el 3% reincidieron. En Costa Rica hace mucho tiempo las cárceles tienen que ofrecer, por mandato legal, opción de estudios en todos los niveles educacionales, obligatoriamente, a todo preso que lo demande. Mano dura Tercera falacia, la “mano dura” ilusiona a la población con la idea de que la rigidez en la aplicación de las normas y su mayor severidad para los jóvenes tiene un fuerte impacto a la baja en la tasa de delitos. No hay ninguna prueba estadística que demuestre esta correlación. Lo único que se prueba es que va a aumentar la población penal, sin necesariamente bajar los niveles de delincuencia joven. En cambio, hay una correlación robusta -como se le llama en econometríaentre la tasa de desocupación juvenil y la tasa de delitos. Aumentan las oportunidades laborales, la inclusión, y disminuyen los delitos. Hay asímismo una correlación robusta entre tasa de escolaridad y delito. A mayor escolaridad menos delitos. También, hay una correlación robusta entre articulación familiar y delito. Cuanto menos se proteja a las familias, particularmente las pobres que tienen más riesgo de desarticularse por las condiciones hostiles que fomentan la implosión familiar, mayor probabilidad de delito. Dos terceras partes de los delincuentes jóvenes en Uruguay, según un estudio de Rubén Katzman de la CEPAL, vienen de familias con un sólo cónyuge al frente. En Estados Unidos, en un estudio de 60.000 delincuentes jóvenes, dos terceras partes vienen de familias desarticuladas. Fortalecer a las familias más humildes es decisivo para reducir la delincuencia juvenil, porque la familia tutorea, entrega valores y educa, lo que no puede hacer ninguna policía del mundo. Con la “mano dura” no estamos tratando las causas estructurales del delito. Por lo tanto no podemos sorprendernos de que el delito juvenil siga subiendo cuando no ponemos en práctica políticas vigorosas para los jóvenes sin ninguna inclusión social. Tolerancia cero Quinta falacia. Nos siguen vendiendo la “tolerancia cero”. La realidad de las ciudades en América Latina no tiene nada que ver con esto. En Estados Unidos las ciudades más exitosas son Boston y San Diego, y son lo opuesto a tolerancia cero; invierten en la prevención del delito. Movilizan combinadamente los municipios, la policía, las iglesias, las fuerzas sociales organizadas, las comunidades de los barrios y la empresa privada para armar circuitos de inclusión. Los países más exitosos en seguridad ciudadana son los nórdicos, que tienen la menor proporción de policías por habitante del mundo. La receta Hay una correlación robusta entre la tasa de desocupación juvenil y la tasa de delitos. Aumentan las oportunidades laborales, la inclusión, y disminuyen los delitos. FORO •53