Revista Foro Ecuménico Social Número 8. 2011 | Page 7
Reconciliación y religión
P. Francesco Ballarini
Un regalo inesperado
Presidente del Foro Ecuménico Social.
Fundador de la Casa del Niño Lourdes (Diócesis de Quilmes)
Tiempo atrás, tres hermanitas –Ale-
jandra, de ocho años; Daiana, de seis y
María, de cinco– ingresaban en nuestro
Centro Integral Casa del Niño Lourdes.
Este año se unió a ellas también su hermanito Junior. Hace tres años la madre
los dejó para unirse con otro hombre. El
papá se había hecho cargo de ellos y los
sigue acompañando con gran amor y dedicación. Cuando el hombre llegó a nuestra casa, enseguida lo recibimos. Viven en
dos habitaciones y ahora, con una ayuda
municipal, está ampliando la vivienda.
Las nenas se integraron pronto. Sin
embargo, meses después comenzaron
a manifestar los síntomas del abandono. Sobre todo la más pequeña, María,
que gritaba y pateaba mientras lloraba
con gritos desesperados. Más de una vez
presencié su desesperación; la tomaba
en brazos y la tenía conmigo hasta una
hora completa para que dejara de llorar.
Poco a poco se calmaba y retomaba sus
actividades. Durante el almuerzo, cuando advertía que María no quería comer,
la sentaba cerca y conversaba con ella
mientras le cortaba la comida.
Fue así que, poco a poco, se creó un
clima de confianza en ella. Cuando yo
llegaba a la Casa del Niño –todavía pasa
hoy, que María ya tiene 8 años– era la
primera en correr a saludarme. Me conmueve cuando estoy recogiendo las hojas con el rastrillo y ella aparece a mi lado
para darme una mano.
En estos años María cambió muchísimo: se la ve feliz y sonriente. En la escuela la eligieron mejor compañera. El
amor de todos la ayudó a renacer y a florecer.
En los primeros días de abril de
este año, cuando yo estaba de visita en
la Casa, María se acercó para recordarme en voz baja que faltaba poco para
su cumpleaños. Le pregunté qué regalo deseaba y me dijo que le gustaría una
cocinita para jugar. A la semana, mientras estaba celebrando la misa, recordé
el cumpleaños de María. Vi que en la
iglesia estaba también María Laura, madre de tres hermosos chicos y propietaria de un negocio de telas. Al terminar
la misa le comenté el deseo de María y
le pedí si podía comprarme el regalo en
una juguetería. Al otro día, María Laura
y una de sus hijas llegaron con
una caja enorme.
El sábado, cumpleaños de María, tuve
que dar clases en
un centro catequético de la diócesis. Dado que
María no vive lejos de allí, llevé en
el coche su regalo
y en el intervalo fui a verla. No sabía cuál era exactamente la casa en esa zona
tan pobre del barrio y llamé
En estos años María
cambió muchísimo:
se la ve feliz y sonriente.
En la escuela
la eligieron mejor
compañera. El amor
de todos la ayudó a
renacer y a florecer.
FORO
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