Revista Foro Ecuménico Social Número 7. 2010 | Page 85

Responsabilidad Empresaria sino mantenerla en el mundo de los ideales, en el plano de lo discursivo o declarativo como algo diferente a las políticas de gestión. Esto nos lleva a la organización escindida, fracturada. Es la idea de un sistema productivo con desigualdades injustas que se apoya en la eficacia como fin último y “medida de valores”. Los códigos sociales separados de las condiciones reales de trabajo, y los principios utilizados como declaración mientras que la productividad rige como regla práctica. Esta visión de la organización fracturada se formaliza en “objetivos distintos” y también tiende a disponer de espacios con funciones separadas: las áreas de objetividad (productos, servicios, recursos) y las de subjetividad (valores, creencias, gente, imagen corporativa). Las primeras, vinculadas con la producción, finanzas y marketing, asumen las decisiones de planeamiento y control sobre los temas de operación y transacciones con el entorno. Las segundas (subjetivadoras, motivadoras) dedicadas a legitimar las desigualdades e injusticias, actuando en el dominio de las ideologías, las imágenes y símbolos. Se propone explicar como la inequidad distributiva es inevitable y un aporte a las nuevas inversiones que harán crecer a la organización y desde allí a los individuos y la población en su contexto. Desde el pragmatismo o la amoralidad, el relativismo sobre lo justo e injusto en las decisiones lleva a una gestión de la organización dividida. No como acto irreflexivo sino como política. Es una versión de escepticismo pero no crítico sino interesado (no es lo mismo). Es parte de la estrategia directiva que promueve dualidades o incompatibilidades, lógicas encontradas, confundiendo diversidad con oposición. Hay en estos casos una oculta intención de relegar las ideas de la misión y razón de ser de las organizaciones, como elementos de la historia para recordar, no para practicar. Mantener el discurso de la misión pero también quedar con las manos libres para actuar según los intereses dominantes. Es un intento de reforzar las dualidades, no de superarlas. El pensamiento dividido propone que la subjetividad (creencias, consensos, premisas culturales compartidas) se trate como un argumento discursivo al hablar sobre lo deseable humanamente en la organización, como el bienestar, el desarrollo, la solidaridad. Expresiones de buena voluntad respecto a la generación de empleo, la igualdad de oportunidades, la libertad de expresión, el respeto a la diversidad y las reservas de conciencia de la gente. La acción consulta otras condiciones separadas e influyentes, relacionadas con los recursos, el poder, las cifras del balance. En la base de esta propuesta de división entre valores y praxis está la idea que la organización crece con los resultados, no siguiendo principios o mandatos morales. En los hechos, la estrategia de la organización escindida oculta la postergación o segunda prioridad de los objetivos sociales. Desde el pragmatismo o la amoralidad, el relativismo sobre lo justo e injusto en las decisiones lleva a una gestión de la organización dividida. La gestión integradora para una organización sustentable Cuando se indaga sobre las razones de la ambivalencia y dualidad ética en los comportamientos, los argumentos del pragmatismo y la amoralidad refieren a la ausencia de unidades de medida comunes para comparar valores entre sí y respecto a objetivos finales. También las inevitables brechas de orden cognitivo, las diferencias de apreciación o signiFORO •103