Revista Foro Ecuménico Social Número 7. 2010 | Page 17
Redescubrir la diversidad
“La serpiente que ciñe el mar, y es el
mar,
El repetido remo de Jasón, la joven
espada de Sigurd
Sólo perduran en el tiempo las cosas
Que no fueron del tiempo.”
Ese no ser del tiempo significa estar en la eternidad, ser de algún modo
la eternidad.
Esa eternidad que nos sirve de ejemplo, a través de los actos de esos seres
que son parte ya de la eternidad, como el
Padre Calvez, como Borges.
Como homenaje al Padre Calvez y a
Borges también, recordaré la página que
Borges escribió después que su amigo
Abramowicz había muerto. Borges conservó esa amistad durante toda su vida.
Cada vez que estábamos en Europa, que
íbamos a Ginebra, nos llamábamos por
teléfono y comíamos juntos.
En esa página dice:
“Esta noche, no lejos de la cumbre
de la colina de Saint Pierre, una valerosa y venturosa música griega nos acaba
de revelar que la muerte es más inverosímil que la vida y que, por consiguiente, el alma perdura cuando el cuerpo es
caos. Esto quiere decir que María Kodama, Isabelle Monet y yo no somos tres,
como ilusoriamente creíamos. Somos
cuatro, ya que tú también estás con nosotros, Maurice. Con vino rojo hemos
brindado a tu salud. No hacía falta tu
voz, no hacía falta el roce de tu mano
en mi memoria. Estabas ahí, silencioso,
sin duda sonriente, al percibir que nos
asombraba y maravillaba ese hecho tan
notorio de que nadie puede morir. Estabas ahí, a nuestro lado, y contigo las muchedumbres de quienes duermen con
sus padres, según se lee en las páginas
de tu Biblia. Contigo estaban las muchedumbres de las sombras que bebieron
en la fosa ante Ulises y también Ulises
y también todos los que fueron o imaginaron que fueron.
Todos estaban ahí, y también mis padres y también Heráclito y Yorick. Cómo
puede morir una mujer o un hombre o
un niño, que han sido tantas primaveras
y tantas hojas, tantos libros y tantos pájaros y tantas mañanas y tantas noches.
Esta noche puedo llorar como un
hombre, puedo sentir que por mis mejillas las lágrimas resbalan, porque sé
que en la tierra no hay una sola cosa que
sea mortal y que no proyecte su sombra. Esta noche me has dicho sin palabras, Abramowicz, que debemos entrar
en la muerte como quien entra en una
fiesta”. •
Esa eternidad
nos sirve de ejemplo,
a través de los actos
de esos seres que
son parte ya de
la eternidad, como
el Padre Calvez,
como Borges.
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