Revista Foro Ecuménico Social Número 7. 2010 | Page 13
Redescubrir la diversidad
tal que el juego económico sea durable
y ya no vuelva a poner en peligro lo que
debe considerarse como un bien público mundial: la cohesión y el desarrollo
social. El mercado, en sí mismo, no es
portador de sentido. Corresponde a la
política darle un sentido, poniéndole un
marco. Corresponde a los distintos protagonistas actuar en este marco, para el
bien de todos.
El progreso social no es un freno al
resultado económico sino una dimensión esencial de este resultado. Lo enfatizó el Presidente Sarkozy: «No cambiaremos nuestros comportamientos si no
cambiamos la medida de nuestros resultados, y nuestros comportamientos deben cambiar absolutamente».
La idea misma de crecimiento debe
así combinar progreso cuantitativo y
cualitativo. El aumento del Producto
Bruto Interno no puede ser el único objetivo, porque el PIB no mide todo lo
que cuenta en el resultado colectivo de
una nación.
Esto no es un debate teó rico. Una
Comisión establecida por el Gobierno
francés en el 2008, encabezada por el
premio Nobel de Economía norteamericano Joseph Stiglitz, trabajó sobre una
nueva definición del desarrollo económico más allá del cálculo del PIB. Utilizó una imagen muy impactante: si se
conduce un coche pretendiendo solamente aumentar la velocidad, sin tener
en cuenta el número de vueltas del motor, se corre el riesgo de hacer estallar
el motor, y de reducir a nada la velocidad. Es exactamente lo que pasa con el
empleo y la cohesión social. Si se hace
crecer el PIB dejando al mismo tiempo
disminuir la parte de las rentas del trabajo en el PIB, si se busca la productividad en detrimento de las condiciones
laborales, llegamos a la ruptura que conocemos actualmente. El progreso so-
cial no es algo que viene además del resultado económico. Debe ser incluido
en los criterios de este resultado. Forma
parte de las condiciones que lo hacen
duradero.
En este sentido, es primordial el rol
de las empresas como actores de esta
mundialización y del desarrollo sustentable que respeta el medio ambiente y
crea empleos.
La crisis debe ser una oportunidad,
nuevamente, de ubicar este tema en la
agenda internacional.
Existen debates en cuanto a si esta
responsabilidad debe expresarse a través de instrumentos jurídicos internacionales o ser considerada como una
ventaja comparativa que las empresas
utilizan para su propio beneficio, que,
finalmente, beneficiaría a toda la sociedad. Veremos como se desarollarán estos debates.
La Comisión Europea por su parte define de forma sucinta la responsabilidad social de las empresas como
“la integración voluntaria por parte de
las empresas de preocupaciones sociales y medioambientales en sus actividades comerciales y relaciones con sus
partes interesadas”. Mediante esta definición, empresas de distintas envergaduras, en cooperación con sus interlocutores, pueden ayudar a conciliar las
ambiciones económicas, sociales y
ambientales. Así, la Responsabilidad Social de las empresas se ha
convertido en un concepto cada
vez más importante, tanto en el
mundo como dentro de la Unión
Europea, y forma parte del debate en torno a la globalización,
la competitividad y la sostenibilidad. En Europa, como en Argentina, fomentar la Responsabilidad Social de las empresas
refleja la necesidad de defender
El progreso social
no es algo que viene
además del resultado
económico. Debe ser
incluido en los criterios
de este resultado.
Forma parte de
las condiciones
que lo hacen
duradero.
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