Revista Foro Ecuménico Social Número 6. 2009 | Page 31

Jóvenes y Responsabilidad Social Francesco Ballarini Viernes santo de pasión... y de resurrección Vicepresidente del Foro Ecuménico Social, fundador de la Casa del Niño Lourdes Cuando esta mañana, viernes santo, estoy saliendo de casa porque tengo que ir a confesar en la parroquia Santa Isabel de Hungría, me doy cuenta que tengo poquísima nafta en el coche. Cerca de casa, donde vivo con el P. Daniel, no hay estaciones de servicio. Lo comento con Daniel y él me aconseja ir a una que está en el centr o de Berazategui. Pero, no sé por qué impulso interior, me voy decididamente hacia otra estación de servicio, cerca del hospital municipal en Ranelagh. Como estoy llegando me acerco a uno de los cuatro surtidores y a una señorita que está atendiendo –mirándola de pasada– le pido si por favor me puede cargar 100 pesos de nafta power. También estaba un poquito preocupado porque cada tanto tengo que controlar el nivel del líquido refrigerante. Entonces bajo del coche, y lo controlo. Mientras tanto la señorita que me atendía se me acerca y también se fija si todo está bien. En un cierto momento nos miramos a los ojos y ella con un grito de alegría me dice “¡Francesco!”. Yo la observo perplejo. Ella, dándose cuenta que no lograba reconocerla, continúa: “Soy Ana. ¿Te acuerdas de mí?”. De repente todo me vuelve a la mente y, como frente a algo inesperado y al mismo tiempo sumamente grato, me sale dentro de mí una inmensa alegría. Inmediatamente nos abrazamos como dos amigos que hace años no se veían. Ana, como un río en crecida, me cuenta: “Francesco, ahora estoy casada. Soy mamá de un niño, Tomás, de un año y medio. Mi marido tiene un buen trabajo. Por ahora vivimos en el fondo de la casa de mi suegra pero dentro de unos meses nos mudamos a nuestra casita, que estamos terminando de edificar. Quiero agradecer a todos los amigos de la Casa del Niño Lourdes, porque gracias a ellos pude construir mi vida”. Mientras Ana habla y cuenta, quedo asombrado por el estupendo cambio acontecido en ella en estos años. Me cuenta que tiene 23 años, y yo la veo mujer: bella, feliz y realizada. Se me hace difícil describir lo que experimenté en aquel momento: interiormente contemplaba a Ana y la veía como una planta en flor crecida en una realidad pobre, triste y degradante. Ella era para mí un canto a la vida. Rápidamente nos despedimos porque Ana tenía que atender a un nuevo cliente y nos proponemos vernos en otro momento. Mientras me alejo de la estación de servicio para dirigirme a la parroquia pienso en el lejano mes de diciembre de 1995, cuando recibimos Ana en la “Casita” junto Interiormente contemplaba a Ana y la veía como una planta en flor crecida en una realidad pobre, triste y degradante. Ella era para mí un canto a la vida. FORO •49