Revista Foro Ecuménico Social Número 6. 2009 | Page 25
Crisis y solidaridad
Alejandro Bernhardt
Inclusión Social
Director General Esade Business School, Campus Buenos Aires
La evolución económica de Argentina ha tenido dos rasgos importantes: períodos de rápida expansión seguidos de
abruptas caídas y una baja tasa media de
crecimiento a largo plazo. Ambos aspectos han impactado profundamente sobre la estructura social, generando procesos de exclusión y poniendo a vastos
sectores ante el riesgo permanente de
retroceso en la escala socioeconómica.
Esta ha sido la consecuencia extrema, en
un contexto en el que el producto interno por habitante se ha ido rezagando en
relación con los países de mejor performance, mientras que la desigualdad en la
distribución del ingreso ha sido un rasgo
permanente.
El tema que nos ocupa en esta oportunidad se refiere al aspecto más lamentable de esta evolución: la exclusión social. La exclusión social significa “quedar
afuera”, privado de la posibilidad de participar en la construcción de una sociedad mejor y de disfrutar de los beneficios que la misma puede proporcionar a
sus protagonistas.
Una responsabilidad esencial de las
sociedades es la de evitar que sus procesos económicos generen esta consecuencia tan lamentable, lo que implica
introducir mecanismos para prevenir su
aparición y aplicar correctivos apropiados cuando la misma se verifica.
Por lo tanto, es pertinente interrogarse acerca de qué se entiende por “estar
incluido”, ya que sin esta claridad conceptual la prevención y la corrección de
la exclusión social no podrían ser eficientemente asumidas. En este sentido,
diremos que “estar incluido” abarca tres
perspectivas: la económica, la política y
la ético moral.
Comenzaremos por lo que significa “estar incluido” desde la perspectiva
económica. Una aclaración fundamental es que para estar incluido desde esta
perspectiva no basta con disponer de la
posibilidad de satisfacer las necesidades
básicas: importa la forma en que la sociedad asegura a todos sus miembros esta
posibilidad. Es decir, para estar incluido
no es suficiente con recibir una cifra determinada por unidad de tiempo, independientemente de la presencia de una
contrapartida productiva que la respalde. Una inclusión efectiva desde
lo económico implica que cada
persona pueda satisfacer sus
necesidades, es decir participar en la distribución de los bienes y servicios que
se elaboran, pero
como consecuencia
y como contrapartida de su aporte a la
elaboración de dicho conjunto de
bienes y servicios.
Esta doble con-
El producto interno
por habitante
se ha ido
rezagando
en relación con los
países de mejor
performance, mientras
que la desigualdad
en la distribución
del ingreso ha sido
un rasgo permanente.
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