Revista Foro Ecuménico Social Número 6. 2009 | Page 23
Crisis y solidaridad
jorar sustancialmente la situación de los
más desfavorecidos, no obstante esta estrategia depende crucialmente de la estabilidad macroeconómica.
Tsunami de los alimentos
y crisis mundial
En el año 2008 esta evolución favorable se vio trastornada por los aumentos
de los precios de las materias primas y,
sobre todo, con la subida de los precios
de los alimentos. Esta subida de precios
fue, en palabras del Programa Mundial
de Alimentos, ”un silencioso tsunami”
que afectó de manera especial a los más
pobres que dedican la mayor parte de
sus recursos a la compra de alimentos,
con protestas que se extendieron por todos los países en desarrollo. Todavía es
relativamente pronto para tener los datos de las encuestas de presupuestos familiares que se usan para medir la pobreza en cada uno de los países, pero la
FAO ya ha señalado que en el conjunto
del mundo aumentó en 100 millones el
número de los hambrientos entre 2007 y
junio de 2009.
Las proyecciones de CEPAL en diciembre de 2008 también apuntaban a
un aumento de la indigencia en América Latina, y estas malas perspectivas se
han confirmado ya oficialmente para
México, donde el Consejo Nacional de
Evaluación de la Política Social (CONEVAL) ha informado de un fuerte aumento entre 2006 y 2008 de la pobreza alimentaria (indigencia) desde el 13,8 % de
la población hasta el 18,2 y un aumento
de la pobreza total del 42,6 al 47,4. Debe
destacarse que éste es un período de crecimiento de la economía mejicana (lento
pero positivo en tér minos per cápita).
Este deterioro derivado de la crisis de
los alimentos se va a sumar ahora al que
se deriva del frenazo en la trayectoria de
crecimiento que se pronostica para Amé-
rica Latina en el 2009 derivado del contagio de la crisis mundial. A pesar de que
América Latina está mucho mejor preparada que en ocasiones anteriores para
afrontar esta crisis en términos de estabilidad macro, reservas internacionales y
tamaño y estructura de la deuda, entre
otros aspectos, no cabe duda de que el
contagio es inevitable.
CEPAL espera una contracción del
PIB de la región del -1,9 en 2009, lo que
en términos per cápita implica una caída de más del 3% del PIB, con impactos
en el mercado del trabajo y aumentos
añadidos de la pobreza y la indigencia.
Aunque la crisis afectará más a México
(con una caída esperada del -7%) que,
por ejemplo, a Brasil (-1%), con ella se
cierra el ciclo de crecimiento que se inició en 2003.
El efecto de la crisis de los alimentos de 2008, cuyos resultados empiezan
ya a ser conocidos (a pesar de los intentos de algunos gobiernos de maquillar
las cifras), y los avances sobre el comportamiento de las economías latinoamericanas en 2009, con caídas generalizadas del PIB per cápita y del empleo,
ponen en cuestión toda la estrategia de
mejora incremental de los programas de
transferencias condicionadas, pues este
empobrecimiento puede desatar
respuestas de las familias (en
términos de abandono escolar) que comprometan el incremento
de capital humano de largo plazo
que se busca.
El gasto social
focalizado dedicado a los más pobres ha sido muy
limitado y en casi
ningún país ha pasado del 1% del
Al deterioro de
la crisis de los
alimentos se suma
el frenazo en
la trayectoria de
crecimiento
en América Latina
derivado del contagio
de la crisis mundial.
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