Revista Foro Ecuménico Social Número 6. 2009 | Page 22
Crisis y solidaridad
En conjunto, el gasto
social sigue presentando un perfil regresivo, dado que se concentra en aquéllos
grupos con mayores
ingresos.
40• FORO
dos. Ello explicaría el limitado impacto
en la reducción de la pobreza y la disminución de la desigualdad, del aumento del
gasto social realizado durante los años 90
en muchos países latinoamericanos.
En lo que a esto se refiere, y en contra de lo que se podría esperar, los países
de AL no se caracterizan por tener niveles de gasto social anormalmente bajos para sus niveles de desarrollo, existiendo países, como Argentina o Brasil,
donde el gasto social (incluyendo educación) alcanza el 20% del PIB. Más aún,
los países de AL siguen un comportamiento estándar en lo que se refiere al esfuerzo en protección
social realizado dado su PIB
per capita, de forma que, en
términos globales, los países
de mayor renta muestran un
mayor esfuerzo en gasto social.
Las diferencias principales
aparecen cuando se analiza el impacto del gasto social sobre la distribución
de la renta, ya que mientras que en la
UE la relación entre desigualdad y esfuerzo en gasto social es claramente negativa, de forma que los países con un
mayor desarrollo del Estado de Bienestar son también países con una distribución de la renta menos desigual, en AL,
tal relación es inexistente.
Cuando se procede a analizar las distintas partidas del gasto social se observa que el gasto sanitario y en educación
primaria tienen un impacto redistributivo importante, mientras que el gasto en
pensiones resulta altamente regresivo,
ya que, con frecuencia, los más pobres
se emplean en el sector informal y, por
tanto, están excluidos de los beneficios
del sistema, situación que las reformas
de la Seguridad Social no han conseguido mejorar.
En conjunto, el gasto social sigue
presentando un perfil regresivo, dado
que se concentra en aquéllos grupos
con mayores ingresos. Por todo esto, en
América Latina estas TCR van a ser un
complemento a un Estado de bienestar
que existe, pero que no ha conseguido
universalizar su cobertura.
El segundo aspecto, igualmente importante, viene por el proceso de control de la inflación promovido en la región desde el final de la década de los
80. El mantenimiento de niveles de precios relativamente estables ha ayudado a
la viabilidad de utilizar transferencias directas de dinero como instrumento de
política asistencial, con una drástica reducción de los costes administrativos.
Entre 2002 y 2007 la aplicación de
estas políticas y las mejoras de las economías latinoamericanas que experimentaron crecimiento del PIB per cápita y del
empleo, permitieron importantes avances en la reducción de la pobreza. Según
el Panorama Social de América Latina
2008 la pobreza cayó de 221 a 184 millones de personas, al tiempo que también
caía la indigencia de 97 a 68 millones. En
términos porcentuales la pobreza pasaba del 44 al 34,1 por 100 y la indigencia
del 19,4 al 12,6.
El crecimiento sostenido resultaba un
componente clave cuyo efecto positivo
se sumaba al de estas políticas de transferencia condicionada de renta, que tienen un objetivo de acumulación de capital humano, consiguiendo que los niños
estuvieran mejor alimentados y tuvieran,
por tanto, mejor salud, asistieran más a
clase y obtuvieran mejores resultados
académicos. Las transferencias tratan de
compensar el coste de oportunidad que
para las familias supone el que los niños
se mantengan en clase en vez de estar
“trabajando” para las familias, ya sea cuidando a sus hermanos o en otras tareas.
Se trataba de lograr cambios progresivos
que en el largo plazo sirvieran para me-