Revista Foro Ecuménico Social Número 6. 2009 | Page 14

Crisis y solidaridad Deben crear las instancias para regular el sistema, mediante leyes adecuadas y una administración de la justicia idónea y eficiente, para evitar que la sociedad se torne un “todos contra todos”. 32• FORO que todo los seres humanos son iguales y tienen derecho a recibir o merecer lo mismo, más allá de que los bienes de producción son propiedad común y por lo tanto administrados por el Estado. El egoísmo individualista presente en todo ser humano, nos guste o no, hizo no solo que ni los propios funcionarios de tales regímenes pudieran cumplir con dichas premisas ideales, sino que finalmente el sistema se demostrara insostenible o, digamos, solamente sostenible por la fuerza. Es muy difícil querer imponer un sistema que va a contrapelo de las inclinaciones naturales del ser humano. De hecho la imposición por la fuerza de tal sistema trajo mucho derramamiento de sangre y miseria. En las antípodas, los sistemas económicos así llamados capitalistas se montan en la inclinación egoísta del ser humano, aprovechando su ansia de libre determinación, de búsqueda de poder y por tanto su espíritu de competencia y demás ambiciones como incentivos para la producción, los negocios, el consumo y el así llamado progreso, en una palabra, como móvil de la sociedad y de la economía. Desafortunadamente este sistema, a pesar de las virtudes que tiene en cuanto al aprovechamiento de todo el potencial e inventiva del varón y de la mujer, debe crear las instancias necesarias para regular de tal manera el sistema, mediante leyes adecuadas y una administración de la justicia idónea y eficiente, para evitar que finalmente la vida en esa sociedad se torne un “todos contra todos”, una explotación de los unos por los otros o la total exclusión de franjas enteras de la sociedad. Lo estamos observando y sufriendo, por lo menos en nuestro país, con secuelas como por ejemplo la inseguridad, en un país que alguna vez incluso presumió de no alinearse ni con el socialismo ni con el capitalismo, sino que procuraba la búsqueda de un tercer camino. Cuando esto ocurre es porque faltan o son deficientes las instancias reguladoras, hay ausencia de justicia; no solo las instancias que la deben impartir son ineficientes, sino también aquellas que deben establecer los criterios para que se pueda impartir. La lucha entre el gobierno y las agrupaciones representantes de la producción agropecuaria es un ejemplo de una lucha por dicha justicia, independientemente del hecho de si está bien o mal encarada dicha lucha en sí. Obviamente sería deseable que se encontrara una solución a este asunto, que sea justa para todos los involucrados y justa para todo el país. Reconozco que encontrar una salida verdaderamente justa a este problema no es fácil cuando intervienen en ella cuestiones interdependientes que tienen que ver con la “mayordomía” del gasto público y el manejo de la deuda externa, la sustentabilidad de la empresa agroproductora, la sustentabilidad de la industria de la maquinaria agrícola, el suministro de alimento al pueblo de nuestro país a precio razonable, la exportación de excedentes, los precios internacionales de estos, la ocupación, el desarrollo regional, la inversión para zonas subdesarrolladas, transportes, etc. En un problema de esta envergadura no se puede lograr una solución justa como por arte de magia ni con medidas autocráticas. Su obtención demandará diálogo entre muchas partes, investigación estadística, análisis de impacto, planificación a largo plazo, etc. Pero para que un proceso de diálogo y estudio semejante pueda redundar en un resultado positivo, es decir que convenga a todos y todas y así favorezca una