Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 96
Borges y la trascendencia
Lucrecia Romera
Jorge Luis Borges: poesía y evangelio
Miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas
La religiosidad que subyace en la obra
Para el poeta Borges,
que no es filósofo,
Dios no es
la elucubración
de los teólogos sino,
como la Poesía,
un misterio que
pretende conocer
después de muerto.
de Borges forma parte de esa relación
con el misterio a través de la relación
con la poesía que,
en su carácter proteico, Borges concibe como una lengua
equiparable a una
lengua sagrada, mágica, alquímica, en
correspondencia con
algunos de los rasgos
de la palabra divina.
También en el escepticismo de Borges
respecto de la pretensión de nombrar el
nombre del nombre subyace la religiosidad por el misterio, por lo desconocido, quedándose sólo en los interrogantes, como lo enuncia la voz poética en
el poema “De que nada se sabe”, en La
Rosa profunda.
El escepticismo, la conciencia de la
restricción temporal del lenguaje, no
afectan la fe literaria de Borges. Una
fe que en alguna ocasión se manifiesta en la presencia de la tradición bíblica del Ángel, como leemos en el poema
que lleva por título “El Ángel”, incluido
en La Cifra: “Señor, que al cabo de mis
días en la Tierra/ yo no deshonre al Ángel” (1964/1977/2007: 566, la cursiva es
nuestra).
La fe literaria es análoga a la del credo
religioso, como lo anticipa ya en el ensayo
“Profesión de fe literaria”, en una de sus
primeras obras, El tamaño de mi esperanza:
“De mi credo literario puedo aseverar lo
que del religioso: es mío en cuanto creo
en él, no en cuanto inventado por mí”
(Borges 1926/1993: 127-128). La Poesía
es así un credo afirmativo y a la vez un
‘enigma’, que sitúa a Borges por fuera de
la historia de la literatura, en consonancia
con la filosofía de oriente.
Para el poeta Borges, que no es filósofo, Dios no es la elucubración de los
teólogos sino, como la Poesía, un misterio que pretende conocer después de
muerto, al igual que el misterio de la belleza y lo que ella encierra, que puede
ser todo el universo, enunciado en “The
Unending Rose”, de Elogio de la Sombra:
“Eres música,/ firmamentos, palacios,
ríos, ángeles,/ rosa profunda, ilimitada, íntima,/ que el Señor mostrará a mis
ojos muertos” (Borges 2007: 435).
Desde ese misterio es que Borges
considera el verso un don del azar o del
espíritu que sopla donde quiere, como lo
afirma en las últimas conversaciones con
Osvaldo Ferrari al referirse a la escritura
de los evangelistas: “Sí, es el espíritu que
sopla donde quiere. En ese caso sopló
por bueno, por esos pobres hombres”
(Ferrari 1999: 103). •
Este trabajo completo se puede leer en la web en http://www.atriodelosgentiles.com.ar/noticias/
notas/jorge-luis-borges-poesa-y-evangelio
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