Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 31

Borges, Cristo y el poder del perdón y su imaginación. A través de su poesía, sus sueños e infinitas lecturas, llegó a vislumbrar y a expresar “el misterio,” “lo indefinible”, aquello que no se puede ver con los ojos del cuerpo, pero sí con los ojos del alma. A pesar de su ceguera y su falta de fe, para mí Borges “vio”, en el sentido espiritual del término. En Borges y el misticismo, Kodama lo confirma. Cuenta que él tuvo una experiencia mística y agrega con mucha precisión: Si el camino de la mística implica el rigor del ascetismo, para llegar a la iluminación que culminará en la fusión con Dios, podríamos decir que, en esa experiencia, Borges queda detenido en la iluminación. Borges alcanzó la iluminación, estado que se trasluce en muchos de sus cuentos y poemas. Si nunca sintió esa “fusión” o comunión con Dios, estimo que fue porque a diferencia de muchos creyentes y místicos, no se conformó con ver en forma borrosa, su mente reclamaba precisión. Ya lo advertía San Pablo en Corintios 13: Ahora vemos como por medio de un espejo, confusamente; entonces veremos cara a cara. Borges quería más, quería ver cara a cara, sin conjeturas. Para concluir quiero volver al poema Cristo en la Cruz. Este poema me conmueve especialmente porque en él Borges penetra en el corazón mismo del mensaje de Jesús; en lo que lo distingue de los demás maestros, profetas o mesías. Hacia el final dice: No es un romano. No es un griego. Gime. / Nos ha dejado espléndidas metáforas / y una doctrina del perdón que puede / anular el pasado. Estos dos últimos versos, para mí, sintetizan el poder inconmensurable del mensaje cristiano, su mayor don: el perdón. Perdónalos, no sabe lo que hacen. Estas fueron sus últimas palabras, cuando pendía de la Cruz. Perdónalos, no saben lo que hacen. Habitualmente pensamos que el perdón es un sacrificio, cuando en realidad es un don. La misma etimología de la palabra así lo indica: Per/don, en latín, para dar. Par/don, en francés, para dar. For/give, en inglés, para dar. El perdón es el mayor don. Muchos ven al perdón como un regalo inmerecido que, gracias a nuestra benevolencia, le damos a quien nos dañó. Sin embargo, el perdón es el mayor regalo que nos podemos hacer a nosotros mismos. Es lo que Borges comprendió al decir: Nos ha dejado una doctrina del perdón que puede anular el pasado. Al perdonar, nos liberamos de los odios, dolores, resentimientos y heridas del pasado que agobian y lastiman nuestro corazón. Lo mismo vale para una persona, familia, comunidad o nación. El perdón es un don espiritual capaz de eliminar el pasado más atroz, permitiendo que alboree un futuro distinto. Sin embargo, tenemos una resistencia enorme a perdonar, especialmente si quien nos dañó no se arrepiente. Creemos que implicaría despojarnos de algo valioso. ¿No nos damos cuenta de que al aferrarnos a ese daño o pasado doloroso nos condenamos a resentirlo, a revivirlo una y otra vez? En lugar de liberarnos, quedamos presos de quien nos dañó. El perdón es el mayor don espiritual que los seres humanos (cristianos y no cristianos) aún no hemos ni comprendido, ni aceptado y menos aún realizado. David George, Ravasi, Aguer y Mathieu. Teatro Argentino de La Plata. A través de su poesía, sus sueños e infini х