Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 13
Atrio de los Gentiles en la Argentina
do es paralelo al precedente y es, como
aquél, doble. Podría ser llamado “de autonomía” y, para ilustrarlo, recurriremos
a un texto que es fundamental no sólo
en la religiosidad, sino también en la
misma memoria de la cultura occidental,
si bien no siempre ha sido correctamente interpretado. Se trata de una celebérrima cita evangélica: “Dad al César lo que
es del César y a Dios lo que es de Dios”
(Mateo 22,21). Una fórmula lapidaria, el
único verdadero pronunciamiento político-social de Cristo, mientras que todos
los otros son más indirectos o menos explícitos. Para comprender correctamente esta afirmación, se necesita entrar en
la mentalidad semítica que recurre muy
frecuentemente a las así llamadas “parábolas en acción”, a través de las cuales
el mensaje se formula con un gesto, con
una serie de comportamientos simbólicos y no sólo con las palabras.
Cristo, en efecto, al inicio dice a sus
interlocutores: “Mostradme una moneda”, a lo que sigue una pregunta fundamental: “¿De quién es la imagen y la
inscripción?”. Y la respuesta es: “Del
César”. Por consiguiente: “Dad al César
lo que es del César”. La primera parte
de la frase de Cristo reconoce, por tanto, una autonomía a la política. Una verdadera concepción cristiana debería excluir siempre cualquier tipo de teocracia
sagrada. No pertenece al auténtico espíritu cristiano la unión entre trono y altar,
aunque en la historia, lamentablemente, el cristianismo la haya favorecido en
muchas ocasiones.
La concepción jurídica islámica en la
forma más conocida de la shariyyah es
extraña al espíritu cristiano: el código
de derecho canónico no puede ser automáticamente el código de derecho civil o penal, así como la carta constitucional de un estado nacional no puede
ser el Evangelio. Se trata de realidades
que deben distinguirse siempre. La política, la economía,
la sociedad civil tienen su espacio de autonomía, en cuyo
interior se desarrollan normas,
decisiones, acciones dotadas de su propia inmanencia, sobre las que no deben interferir
otros ámbitos externos.
Pero las palabras de Cristo no terminan ahí: hay una segunda parte implícita, que también se basa en el tema
de la “imagen”. Jesús, ciertamente, preguntando de quién sea la “imagen” a
propósito de la moneda, indirectamente hace referencia al texto bíblico antes
citado respecto al hombre como “imagen” de Dios. He aquí, entonces, una
segunda dimensión: la creatura humana
debe, sí, respetar las normas propias de
la polis, de la sociedad, pero, al mismo
tiempo, no debe olvidar que está dotada de una dimensión ulterior. Este es el
ámbito específico de la religión y de la
moral, en el que emergen las cuestiones de la libertad, de la dignidad humana, de la realización de la persona, de la
vida, de la interioridad, de los valores,
del amor.
Todos estos temas tienen su precisa
autonomía y no admiten prevaricaciones o abusos por parte del poder político-económico. En efecto, si es verdad
que no debe existir una teocracia, es
igualmente inadmisible una estadolatría
que invada secularísticamente el otro
ámbito, vaciándolo o incluso anulándolo. Es fácil comprender cuán compleja,
incluso ardua es la declinación concreta de tal autonomía, como lo es el contrapunto entre estas dos esferas porque
Gonzalo Verdomar
Weiss, Ravasi y
Adalberto Rodríguez
Giavarini en el CARI,
Buenos Aires.
La creatura humana
debe, sí, respetar
las normas propias
de la polis, de
la sociedad, pero,
al mismo tiempo,
no debe olvidar que
está dotada de
una dimensión ulterior.
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