Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 12

Atrio de los Gentiles en la Argentina Como afirman las religiones, en la humanidad hay una interacción entre finitud limitada y algo trascendente, como quiera que se lo quiera definir. Decana Pilar Laguna Sánchez (Universidad Rey Juan Carlos) con Ravasi. 12• FORO Sin salir del ámbito de este primer fundamental principio personalista, pasemos a otra dimensión, no ya horizontal, sino “vertical”, que ilustramos recurriendo también a otra frase del Génesis: “El Señor Dios formó al hombre con polvo del suelo”. Esto es típico de todas las cosmologías orientales y es una forma simbólica para definir la materialidad del hombre. Pero se añade: “e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente” (2,7). Para intuir el verdadero significado del texto es necesario acudir al original hebreo: nishmat hayyîm, expresión que encontramos 26 veces en el Antiguo Testamento y, curiosamente, es aplicada sólo a Dios y al hombre, nunca a los animales (rûah, el espíritu, el alma, el respiro vital para la Biblia está presente también en los animales). Esta específica categoría antropológica es explicada por un pasaje del libro bíblico de los Proverbios, cuya formulación original resulta bastante barroca y semítica: la nishmat hayyîm en el hombre es “una lámpara del Señor, que ilumina las recámaras oscuras del vientre” (20, 27). La versión litúrgica oficial de la Conferencia Episcopal Española reza: “Lámpara del Señor el espíritu humano: sondea lo más íntimo de las entrañas”. Como es fácil imaginar, mediante tal simbolismo, se llega a representar la capacidad del hombre de conocerse, de tener una conciencia e, incluso, de entrar en el inconsciente, exactamente en las “recámaras oscuras del vientre”. Se trata de la representación de la interiori