Revista Foro Ecuménico Social Número 12. 2015 | Page 85
Borges y la trascendencia
desierto y en los orígenes del mundo. Se
sientan, hicieron un fuego, entretanto
declina el día y las estrellas, aún sin nombre, se iluminan en el cielo. “A la luz de
las llamas Caín advirtió en la frente de
Abel la marca de la piedra y dejó caer
el pan que estaba por llevarse a la boca
y pidió que le fuera perdonado su crimen. Abel contestó: “¿Tú me has matado o yo te he matado? Ya no recuerdo;
aquí estamos juntos como antes”. “Ahora sé que en verdad me has perdonado
–dijo Caín–, porque olvidar es perdonar. Yo trataré también de olvidar”. Abel
dijo despacio: “Así es. Mientras dura el
remordimiento dura la culpa””.
Hay quien ha visto en este texto una
concepción moral relativista por lo que
se opera un deslizamiento insensible entre bien y mal, verdadero y falso, virtud y
vicio. En realidad aquí se asiste más bien
a ese proceso de transformación o alteración que arriba habíamos indicado y
que Borges conduce para mostrar las infinitas potencialidades de un texto arquetípico. El mismo texto permite continuas
retranscripciones y, en este caso, el arribo está en una celebración paradigmática del perdón que desvanece totalmente
el delito: a través del olvido se borra la
venganza y, por ende, la culpa del otro
viene disuelta. Queda, ciertamente, siempre en acción la fluidez de la realidad humana histórica y, por tanto, ética que en
vano –a los ojos de Borges– la palabra
también “inspirada” busca comprimir en
certezas definitorias y definitivas.
Hasta los “últimos pasos
sobre la tierra”
“La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío,
No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día
último de mis pasos
por la tierra”
Es ya en el crepúsculo de su existencia cuando Borges escribe estos
versos del Cristo en
la cruz fechándolos
“Kyoto 1984”. Son
versos de alta tensión espiritual, que
todos citan cuando se quiere definir su
relación con Cristo, un encuentro esperado, pero no acaecido en manera plena, habida cuenta que “su último paso
sobre la tierra” nosotros lo desconocemos. María Lucrecia Romera escribió
que “Borges afronta al Cristo trágico de
la Cruz... y no el doctrinario [teológico]
de la Resurrección.. La suya no es la óptica de la fe del creyente, sino de la inquietud del poeta agnóstico”. Sin embargo, se necesita añadir de inmediato
que a Borges en ciertos versos se adapta la consideración general que hacía el
escritor francés Pierre Reverdy: “Hay
ateos de una aspereza feroz que se interesan de Dios mucho más que ciertos creyentes frívolos y ligeros”. Borges
no tenía absolutamente “la aspereza feroz” del ateo, sino que la suya era una
búsqueda ciertamente más intensa que
la de muchos creyentes pálidos e incoloros. Su inquietud era profunda, oculta
bajo la corteza de un dictado acompasado y surcado de desinterés, si no incluso
de ironía. •
Ravasi en
San Marcos Sierras
La suya era
una búsqueda
ciertamente más
intensa que la
de muchos creyentes
pálidos e incoloros.
Su inquietud era
profunda, oculta bajo
la corteza de
un dictado acompasado
y surcado de
desinterés, si no
incluso de ironía.
El texto completo puede leerse en la web en:
http://www.atriodelosgentiles.com.ar/noticias/notas/la-biblia-segn-borges
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