Revista Foro Ecuménico Social Número 11. 2015 | Page 46

Borges y la trascendencia Quizás sea esa misma oscura honestidad la que le abrió muy discretamente el camino al encuentro con el verdadero Dios y con el auténtico Cristo, que alcanza a vislumbrarse en el rostro del crucificado. Fernández, Ravasi y Poli en expresiones demasiado obvias. El lenguaje de Borges más bien invita a reconocer al Dios todavía no alcanzado, al del “invisible horizonte”, al que “no requiere [...] concéntricas teorías”, al que tiene “la letra que faltaba” mientras “yo aguardo que así sea”. El pensamiento místico cristiano deja en pie la posibilidad de entrar en contacto con Dios, de acercarse a él, pero por un camino diferente al del conocimiento explícito. Es decir, la falta de un conocimiento explícito no es necesariamente un obstáculo para acercarse a él. La fe tiene en su seno distintas dinámicas que no están siempre desarrolladas por igual. Puede haber una fuerte adhesión interior con un nivel escaso de conocimiento explícito o de instrucción religiosa, pero también puede estar muy desarrollada como inclinación, como tendencia, como un movimiento interior que puede ser poco claro desde el punto de vista de la ilustración intelectual. Aún las experiencias místicas más profundas e intensas suelen ser descriptas por los maestros espirituales como una fuerte inclinación de búsqueda y de una unión en medio de una densa oscuridad, donde es más lo que se niega que lo que se afirma. Es la llamada “teología mística negativa” (...) Borges cita con gusto el comentario de León Bloy a un texto paulino que se Texto completo en atriodelosgentiles.com.ar 44• FORO refiere a ver “en enigma y por medio de un espejo”, y dice: “y no veremos de otro modo hasta el advenimiento de Aquel que está todo en llamas y que debe enseña rnos todas las cosas” (El espejo de los enigmas). Le gusta la insistencia de Bloy en un ser humano que es también un enigma para sí mismo, pero que tiene una misteriosa misión divina que cumplir. Borges opina que ese pensamiento “es el que más conviene a la dignidad del Dios intelectual de los teólogos”. Él mismo quería encontrarlo, aunque se consideraba incapaz de conocerlo. En Neruda el límite era el mal, el sufrimiento de los pobres, la injusticia social. En Borges el límite era la honestidad intelectual, que le llevaba a reconocer que con sus propias categorías no podía incorporar una convicción creyente, como si dijera: “perdón, pero no te veo”. Sin embargo, quizás sea esa misma oscura honestidad la que le abrió muy discretamente el camino al encuentro con el verdadero Dios y con el auténtico Cristo, que alcanza a vislumbrarse en el rostro del crucificado. Al mismo tiempo, es posible que a partir de la literatura religiosa que leyó con interés, haya alcanzado a percibir aquella convicción tan profundamente cristiana de que “todo es gracia”. Él le reprocha a Chesterton que no haya sido del todo fiel a esa convicción, porque “algo en él propendió siempre a un temor paralizante” (“Otras inquisiciones”). Será por eso que, en “Los Conjurados”, pone en labios de Cristo una frase como esta: “Yo te doy el valor […] Si algo ha quedado de tu culpa, yo cargaré con ella” (Otro fragmento apócrifo). •