Revista Foro Ecuménico Social Número 11. 2015 | Page 33

Borges y la trascendencia Impresionante, en este su itinerario en el horizonte de la religión (no es raro que aparezcan las religiones aun cuando un primado se atribuye al cristianismo), es su retrato del filósofo Baruch Spinoza, captado en el tentativo de “pensar a Dios” a través de una concepción de los matices panteístas, y de hacerlo “con geometría delicada”, en clara alusión a una de sus obras más notables, La Ethica more geométrico demonstrata. He aquí algunos versos de ese esbozo: “Alguien construye a Dios en la penumbra. Un hombre engendra a Dios. Es un judío de tristes ojos y de piel cetrina; lo lleva el tiempo como lleva el río una hoja en el agua que declina. No importa. El hechicero insiste y labra a Dios con geometría delicada: desde su enfermedad, desde su nada, sigue erigiendo a Dios con la palabra…”. La anguila de Job Ahora, pues, dejamos esta región específica e incluso vasta del panorama literario y existencial de Borges para apuntar a un perímetro más restringido y, por lo demás, particularmente rico de solicitudes, tanto es así que aquí se ha ejercitado una pequeña legión de estudiosos. Tratamos de referirnos a la ya mencionada pasión del escritor por la Biblia. En una de las Siete conversaciones con Borges, Fernando Sorrentino (1996) citaba esta declaración del escritor: “De todos los libros de la Biblia, los que más me han impresionado son el libro de Job, el Eclesiastés y, evidentemente, los Evangelios”. Nuestro recorrido será solamente evocativo procediendo por ejemplificaciones, sobre todo con respecto a los Evangelios que han constituido un referente capital para Borges. Es indiscutible, como quiera que sea, que la Biblia haya ofrecido a Borges una especie de léxico temático, simbólico, metafórico, arquetípico y hasta estilístico-retórico. En el Antiguo Testamento la predilección va dirigida al libro de Job, al cual el autor dedicó, entre otras cosas, una conferencia en el “Instituto de Intercambio Cultural Argentino-Israelí” de Buenos Aires, cuyo texto fue recogido en 1967 en sus Conferencias. Por otra parte, él había escrito el prefacio a la Exposición del Libro de Job de Fray Luis de León, un clásico español del “siglo de oro” de particular estima para él. Se debe reconocer que Borges toma un núcleo hermenéutico significativo de esta obra bíblica. Ella es tan multiforme, que se merece aquél juicio agudo de San Jerónimo: “Interpretar Job es como intentar agarrar en las manos una anguila… cuanto más se aprieta, más velozmente escapa”. Una característica amada obviamente a un autor tan fugitivo y renuente a cada clasificación como Borges. Ahora bien, él centraba su análisis en el ápice del libro bíblico, a saber: sobre los dos discursos divinos finales de los cc. 38-39 y 40-41: en ellos Dios muestra a Job, a través de la técnica de la interrogación y del misterio, la existencia de un orden trascendente que logra crear en unidad la totalidad del ser y del existir mediante una ‘esah, un “proyecto”. Se trata, pues, no de una irracionalidad ab- En ellos Dios muestra a Job, a través de la técnica de la interrogación y del misterio, la existencia de un orden trascendente. Ravasi con el Coro de Niños del Teatro Colón FORO •33