Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 84
Responsabilidad Social
Juan José Almagro
Decálogo de la función directiva
Profesor en las Universidades Complutense y de Alcalá de Henares, de España, Consejero
del Grupo Mapfre, y miembro del Consejo Asesor Internacional del Foro Ecuménico Social.
Preámbulo
Se les demanda,
en un escenario que
debería ser más
humano y habitable,
que cumplan con
sus deberes (dar
resultados, crear
empleo, ser
innovadoras y
competitivas) y velen
porque la desigualdad
no se instale
en su seno.
102• FORO
Quien tiene el poder tiene también la
responsabilidad. La anterior afirmación, que tiene un lejano origen, cobra hoy una capital importancia de la mano de la institución
más decisiva de la sociedad moderna,
la empresa, una organización relativamente joven que pareciera tener necesidad de justificarse cada día y, ante los
ojos de una opinión publica que exige
sin descanso, aparecer como una institución capaz de dar resultados económicos y demostrar sin sonrojo que su
actuación es irreprochable; y de que su
tarea, sea la que fuere, merece el respeto
de los propios ciudadanos que han visto como esa institución se ha convertido
en poco más de un siglo en el propio referente de la misma Sociedad.
Muchas multinacionales son hoy
mayores que un gran número de países, pero se han hecho más vulnerables
a medida que crecían en tamaño y complejidad. Las empresas son hoy motores de innovación y agentes del cambio
que se está produciendo, también de sus
más notorios fracasos; son protagonistas
principales del mundo globalizado y, preci samente por ello, se les demanda, en un
escenario que debería ser más humano y
habitable, que cumplan con sus deberes
(dar resultados, crear empleo, ser innovadoras y competitivas) y velen porque
la desigualdad no se instale en su seno.
En medio de una crisis seguramente
más profunda de lo que aparenta, cuesta
creer que las empresas y, sobre todo, sus
dirigentes, puedan mantenerse en el futuro sin compromisos externos. En esta
época, más de intemperie que de protección, hay un fondo de trascendencia
histórica, y las instituciones y sus líderes van a tener que jugar un papel central en el desarrollo económico y en la
propia estabilidad social. La crisis ha hecho patente la necesidad de gestionar las
empresas de otra manera, con transparencia, luchando contra la corrupción e
hincando sus raíces en valores y principios que, a su vez, crean valor. Una tarea que corresponde en exclusiva a los
dirigentes empresariales porque la empresa del porvenir debe estar atenta a
los cambios sociales y, si quiere sobrevivir, debe ser capaz de transmitir a la
opinión pública y a sus grupos de interés su sincera preocupación por los temas que también preocupan e inquietan
a los ciudadanos.
Desde la reflexión sincera, humildemente, sabedores de que las instituciones son el mayor capital del hombre
pero también que sin hombres no hay
institución, hemos hilvanado un decálogo de la función directiva con el propósito de contribuir a la formación en el
seno de las organizaciones de un”ethos”
empresarial, el carácter que las haga desarrollarse en el porvenir como institu-